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Fotografía principal y secundarias: diferentes momentos de nuestras procesiones en donde se deben efectuar giros (fotografías de Jorge Sánchez -principal-, Mario Gambra, David Beneded y Pedro Lobera).

El 28 de septiembre de 2003 será recordado en nuestra historia como un día singularmente triste por el fallecimiento del sacerdote Alfredo Pariente Pérez, quien fuera párroco de San Felipe y Santiago el Menor durante más de dos décadas. Pero, don Alfredo (como siempre le hemos llamado en la Cofradía, entremezclando respeto, admiración y cariño) fue mucho más que un párroco. Él fue quien abrió las puertas de su Iglesia a la Real Cofradía del Stmo. Rosario de Ntra. Sra. del Pilar tras tener que abandonar su sede social (la Iglesia de San Juan de los Panetes) a consecuencia del atentado terrorista perpetrado el de 30 de enero de 1987, manteniendo una vinculación tan intensa con nosotros, que desempeñaría un papel fundamental en el proceso constitutivo de nuestra actual Cofradía. Siempre presto a colaborar en todo tipo de proyectos, el que fuera primer Hermano Mayor de la Cofradía Jesús de la Humillación, Carlos Javier Ramos Ruiz, quiso homenajear a nuestro ya nombrado "Hermano Consiliario de Honor" con un emotivo artículo que publicábamos en el número 7 de nuestra revista "Aguamanil" y que ahora rescatamos de nuestro baúl cofrade.

Ante todo, agradecer la oportunidad que se me brinda para poder escribir, aunque solo sean una líneas, sobre una persona tan importante para mí y creo que para nuestra Cofradía como fue D. Alfredo. Gracias.

Hace unos años, pidiendo consejo a una Hna. Nazarena sobre el nombre que podríamos poner a nuestra futura titular, nos decía que había un nombre tan simple como poco oído y que encierra toda la esencia de nuestra entrega a la vida cristiana, era la Virgen del Sí.

Siempre he pensado que si cada uno de nosotros tuviéramos un patrón particular, la Virgen del Sí sería, sin duda, la patrona de D. Alfredo.

Aunque en ocasiones el decir sí le ocasionara molestias o trastornos, siempre accedía a dar su ayuda y su SI a cualquiera que se le acercara en busca de un consejo, con una nueva idea, petición, compromiso, permiso ... o lo que fuese.

Yo, personalmente, tuve el privilegio y la suerte de conocer a D. Alfredo junto a su familia más cercana, su hermano Pedro, su cuñada Carmen y como no, su perrita Linda. Fue cuando tuvimos que abandonar el Convento de la Hermanas Nazarenas.

No puedo ocultar mi pesar cuando hoy piso el suelo de San Felipe, y todavía lo hago con cuidado para que su crujir no distraiga a D. Alfredo sentado en el segundo banco inmerso en sus oraciones diarias. Le recuerdo con la sotana de "trabajo" que él decía encaramado en lo alto de una larga y temblorosa escalera limpiando las columnas del altar, recibiendo después la cariñosa regañina de los que le habíamos pillado es ese "alarde de equilibrio".

Son tantos los recuerdos y anécdotas que tengo de él que necesitaría no solo mucho espacio en nuestra revista sino mucho ánimo para escribirlos. Tal vez fuera en Semana Santa cuando más veíamos a D. Alfredo, y fue en esta última Semana Santa (2003) cuando algunos de nosotros tuvimos el sentimiento de que sería la última. Permitirme hermanos que haga alusión a otra Cofradía que, junto a la Coronación de Espinas, me consta que lloró muchísimo su pérdida, el Ecce-Homo. Nunca olvidaré su espera a su llegada en el interior de San Felipe para predicarles su última estación en la noche del Miércoles Santo.

Los próximos Domingos de Ramos, nuestra Cofradía saldrá a la calle, y nuestro nuevo párroco y Consiliario, nos dará todo su apoyo y cariño, como ya lo hace ahora desde el principio, y nuestros tambores resonarán de nuevo, y el olor a incienso llenará el interior de la Iglesia antes de salir a la calle, y cada vez seremos más y también más público el que nos espere... pero también es verdad que, aunque cada vez que suene la megafonía para predicar la Pasión de Cristo por las calles de Zaragoza, la voz ya no será la de D. Alfredo, será otra, sin duda llena de valor y respeto ..., pero paseando por nuestras filas habrá un hermano más, aunque no lo veamos, porque él siempre estará, no solo con nosotros, sino entre nosotros. Por eso, ahora y para siempre, para todos nosotros, D. Alfredo, entre otras muchas cosas importantes, no debe ser solo un recuerdo, sino algo mucho más que eso, una presencia viva en nuestra vida como ejemplo y un hermano más que en los actos de nuestra Cofradía siempre estará presente entre nosotros.

Hasta luego, D. Alfredo.
 

El texto "D. Alfredo, algo más que un recuerdo" es obra del hermano numerario fundador de la Cofradía Carlos J. Ramos Ruiz, y fue publicado en el número 7 de la revista "Aguamanil" publicada por nuestra Cofradía en diciembre de 2003.

Fotografía principal: don Alfredo Pariente portando con orgullo la medalla de nuestra Cofradía (fotografía del Archivo de la Cofradía). Fotografías secundarias: don Alfredo, presidiendo la procesión del "Vía Crucis" del Domingo de Ramos en la que se encargaba de predicar cada una de las estaciones (fotografía de Ángel Beneded); el autor de este artículo, Carlos J. Ramos Ruiz, en su nombramiento como "Hermano Mayor de Honor" de nuestra Cofradía (fotografía de Manuel Pelet); fotogradía de abcdz2000 bajo licencia de contenido de FreeImages.com.