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Fotografía principal: imagen de San Juan Evangelista, una de las sobresalientes esculturas del apostolado que tallara José Ramírez Arellano (fotografía de David Beneded). Fotografías secundarias: escena de la "Resurrección del Señor" tallada en el púlpito de estilo rococó (fotografía de David Beneded); otro de los apóstoles de Ramírez de Arellano, en este caso "San Andrés" con su características cruz aspada (fotografía de David Beneded); imagen de Cristo crucificado bajo la advocación de "Cristo del Perdón" (fotografía de Tomás Vela).

El templo consta de tres naves con bóvedas de cañón seguido, teniendo las clausurales más bajas y estrechas que la central que es bastante espaciosa al medir 14 varas (11 metros aproximadamente) de ancho. Flanqueando la nave central y configurando el espacio-camino que conduce al Altar Mayor, tan característico de los templos barrocos, se hallan colocadas sobre ménsulas -delante de cada pilastra- una serie de impresionantes imágenes de los Apóstoles talladas por Ramírez de Arellano.

Una singular ubicación de estas piezas monumentales, muy característica de la escultura zaragozana de la época, con las que se enfatizaba un programa decorativo de conjunto y permitía una lectura ininterrumpida del mismo. Tal "invento" parece atribuirse al jesuita Diego de Lacarra, miembro honorario de la Academia de San Fernando, en la decoración de San Carlos Borromeo, aunque lo podría de moda José Ramírez en sus series de San Gil (1745), San Felipe (1752) y la Magdalena (1757).

Talladas en madera policromada, su plasticidad se sucede de forma constante a lo largo de toda la serie: tosquedad y energía en el dibujo, exageración del modelado cortante, cabeza poderosa, volúmenes de claro influjo renacentista, concepción y disposición de las vestiduras y cierta pobreza en la policromía [1].

En las pilastras de la nave del Evangelio (la izquierda según se accede al templo) se encuentran tres tallas correspondientes a San Pedro, San Andrés y San Bartolomé.

La escultura de San Pedro es fiel a la representación tradicional con pequeñas variantes estilísticas, mostrando en la mano derecha la simbólica llave de la puerta del “Reino de los Cielos” mientras que en la izquierda porta un libro que apoya sobre su desarrollado cuerpo. En San Andrés se observa un aire renacentista de gran energía y que incluso muestra cierta “terribilità” miguelangelesca. Con una barba de expresivo relieve y grandes rizos y con una boca angulosa y nariz prominente-mente recta, la figura abraza con su mano izquierda la cruz aspada con la que, según la tradición, fue crucificado en Patre, mientras que, con la derecha, recoge los pliegues de un manto que cubre su torso desnudo marcado por una estudiada musculatura. En San Bartolomé, podemos encontrar similares características a la anterior, con volúmenes todavía más excelsos y rasgos prepotentes con dominio del poderoso brazo cruzado sobre el pecho y la enorme cabeza con la barba más grandilocuente y rizada.

Indicar que en la segunda pilastra, entre las imágenes de los dos apóstoles hijos de Jonás, se sitúa el púlpito de estilo rococó y rica talla dorada, que también es obra de Ramírez de Arellano. En él, se muestran cinco relieves con escenas de los cuatro evangelistas a los laterales y de la Resurrección de Cristo en el centro, ornamentado de forma constante por figuras de angelotes. Tres de ellos están tallados de cuerpo entero y desnudos (llamados durante el barroco con el término “putti”) dispuestos de tal manera que uno de ellos, con una esfera en la mano, remate el tornavoz y los otros dos, debajo de éste, sostengan un festón simulando telas. Además, numerosas cabecitas de estos querubines se propagan por todo el conjunto, incluso por debajo del mismo, repitiendo algunas de las representaciones que Ramírez utiliza a lo largo de toda su obra.

En las pilastras de la nave de la Epístola se encuentran las imágenes de San Pablo, San Juan, Santo Tomás y San Mateo.

En San Pablo encontramos un rústico temperamento que hace más enérgica la mirada de una cabeza rotunda. Envuelto en un manto con volúmenes perdidos en planos aristados, el apóstol de Éfeso empuña con su mano derecha una espada de dimensiones considerables. Por su parte, en el San Juan del Apostolado encontramos un modelo que, representado con el cáliz con una serpiente en su mano izquierda, se aleja mucho del que encontraremos en el “Altar del Santo Cristo”, ya que en lo que en el otro es delicadeza, misticidad y sensibilidad en este es fuerza, arrogancia y franca masculinidad. En la de Santo Tomás, que es posiblemente la más “dieciochesca” de la serie, encontramos contrapuestas la serenidad, expresada en la corrección de sus facciones, y la audacia de un cuerpo en ademán de sostener con la mano diestra una lanza (que en los últimos años ha sido retirada) y con su izquierda un gran libro. Completando la nave figura San Mateo, la más impersonal y rutinaria de la serie, condicionada completamente por su propio lugar de destino.

Finalmente, en ambos lados de la puerta de acceso y justo debajo del Coro Alto con su hermosa balaustrada dorada coronada por los bustos de Jesucristo, la Virgen María y San José, se emplazan San Marcos y Santiago el Mayor.

En San Marcos encontramos cierto aire italianizante, siendo la más estilizada y dotada de mayor gracia de toda la serie al utilizar una iconografía que parte de la representación de San José realizada por Andrea del Verrocchio, y en donde los ropajes se vuelven ligeros, menos abultados y ricamente ornamentados y forzándose las manos en un ademán de complicada elegancia. Por su parte, en la de Santiago, por el contrario, se reflejan las claves de lo que será la escuela escultórica aragonesa del siglo XVIII. Sobre el manto, con pliegues de una complicada disposición, aparecen como decoración arquetípica las conchas santiaguistas, símbolo de peregrinaje a la tumba del apóstol en Compostela.

También, en partes interiores de las pilastras de las naves del crucero nos encontramos con una imagen de indudable interés artístico y devocional ya que, sostenido en la pilastra más cercana al altar de la “Virgen del Carmen” se encuentra el “Santo Cristo del Perdón”, una imagen de Jesús crucificado, muerto y traspasado en el costado que fue realizada en escayola hacia 1950 y que mantiene una especial relación con nuestra Semana Santa puesto que fue procesionada por la Hermandad y Cofradía de Ntro. Señor Jesús en el Interrogatorio y Sentencia ante Caifás, Santos Apóstoles Pedro y Santiago y María Santísima del Desconsuelo durante sus procesiones del Viernes de Dolores y Domingo de Ramos a lo largo de toda la década de 1980, e incluso, también fue portada en 1993 por la Cofradía del Santísimo Ecce Homo al encontrarse en proceso de restauración su imagen titular [2].

Notas de Referencia:

[1] Morales y Marín, José Luís: “Escultura Aragonesa del siglo XVIII” (Editorial Librería General, Zaragoza, 1977; pág. 46-49)

[2] Equipo de trabajo de la Cofradía de Cristo Abrazado a la Cruz y la Verónica: "Las otras imágenes procesionales de Zaragoza". Revista "Semana Santa en Zaragoza" nº 1. Junta Coordinadora de Cofradías de la Semana Santa de Zaragoza, 2001.

Licencia Creative Commons El texto "La nave central y el Apostolado" creado por David Beneded Blázquez para www.jesusdelahumillacion.org, se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 3.0 España. Zaragoza, 2007-2016.

Fotografía principal: imagen de San Juan Evangelista, una de las sobresalientes esculturas del apostolado que tallara José Ramírez Arellano (fotografía de David Beneded). Fotografías secundarias: escena de la "Resurrección del Señor" tallada en el púlpito de estilo rococó (fotografía de David Beneded); otro de los apóstoles de Ramírez de Arellano, en este caso "San Andrés" con su características cruz aspada (fotografía de David Beneded); imagen de Cristo crucificado bajo la advocación de "Cristo del Perdón" (fotografía de Tomás Vela).