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Hoy 10 de noviembre celebramos ...

"La palabra del Señor permanece para siempre. Y esa palabra es el Evangelio que os anunciamos" (1 P 1,25: cf. Is 40,8). Esta frase de la Primera carta de san Pedro, que retoma las palabras del profeta Isaías y con las que comienza Benedicto XVI la exhortación apostólica "Verbum Domini", nos pone frente al misterio de Dios que se comunica a sí mismo mediante el don de su palabra. Esta palabra, que permanece para siempre, ha entrado en el tiempo. Es la buena noticia. Éste es el anuncio que, a través de los siglos, llega hasta nosotros
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HOY 10 DE NOVIEMBRE ... DOMINGO DE LA XXXII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
 
Hoy, la liturgia de la Palabra está orientada hacia lo referente al fin de los tiempos y a la resurrección de los muertos y la vida eterna. Dios nos ha regalado una gran esperanza, que no es otra que la salvación eterna (2 lect.). Esa esperanza es la que nos ayuda a caminar en medio de las dificultades de la vida: saber que un día veremos a Dios: «Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor» (sal. resp.). En el Ev. Jesús proclama claramente la resurrección de los muertos y afirma que Dios no es un Dios de muertos sino de vivos. De ello es un ejemplo lo que nos cuenta la 1 lect. de hoy. Los hermanos Macabeos soportaron con fortaleza su martirio en esa esperanza: «Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se tiene la esperanza de que Dios mismo nos resucitará».

También, en este domingo se celebra el día de la Iglesia Diocesana. Bajo el lema «Sin ti no hay presente. Contigo hay futuro», el secretariado para el Sostenimiento de la Iglesia nos invita a colaborar con nuestra parroquia aportando lo que tenemos: tiempo, cualidades, colaboración económica y oración. Se trata de hacer Juntos una parroquia viva, comprometida, apasionada por Jesucristo y entregada a los demás. Por eso, se nos ofrecen un abanico de posibilidades para colaborar y poner al servicio de los demás en nuestra parroquia no solo lo que tenemos, también lo que sabemos, lo que somos. Pues en toda familia hay necesidades, y la parroquia es una gran familia de familias que siempre necesitará de nuestra ayuda.
 
Finalmente, el Martirologio Romano haría memoria de san León I, papa, doctor de la Iglesia, que, nacido en Etruria, primero fue diácono diligente en la Urbe y después, elevado a la cátedra de Pedro, mereció con todo derecho ser llamado “Magno”, tanto por apacentar a su grey con una exquisita y prudente predicación como por mantener la doctrina ortodoxa sobre la encarnación de Dios, valientemente afirmada por los legados del Concilio Ecuménico de Calcedonia, hasta que descansó en el Señor en Roma, donde en este día tuvo lugar su sepultura en San Pedro del Vaticano (elog. Martirologio Romano).
 
Considerado como uno de los Papas más importantes de la antigüedad y de toda la historia de la Iglesia, San León Magno gobernó la Iglesia entre los años 440 y 461. Su actividad se multiplicó en diversos campos decisivos, desde cuestiones doctrinales de gran envergadura hasta delicadas negociaciones diplomáticas, en particular ante los pueblos bárbaros que se iban adueñando del decaído Imperio romano, consiguiendo evitar muchos daños físicos y materiales a una población prácticamente indefensa. La amplia colección de homilías suyas que se conservan constituye uno de los tesoros espirituales más importantes de la época patrística. Podemos decir que su figura destaca particularmente en un momento histórico de fuertes convulsiones y cambios, prestigiando el papado y la Iglesia como punto de referencia y de unidad, cuando el antiguo imperio y su civilización se resquebrajaban definitivamente.

Primera Lectura: Lectura del segundo libro de los Macabeos (7,1-2.9-14)

 
En aquellos días, sucedió que arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la ley. Uno de ellos habló en nombre de los demás:
«Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres».
El segundo, estando a punto de morir, dijo:
«Tú, malvado, nos arrancas la vida presente; pero, cuando hayamos muerto por su ley, el Rey del universo nos resucitará para una vida eterna».
Después se burlaron del tercero. Cuando le pidieron que sacara la lengua, lo hizo enseguida y presentó las manos con gran valor. Y habló dignamente:
«Del Cielo las recibí y por sus leyes las desprecio; espero recobrarlas del mismo Dios».
El rey y su corte se asombraron del valor con que el joven despreciaba los tormentos.
Cuando murió este, torturaron de modo semejante al cuarto. Y, cuando estaba a punto de morir, dijo:
«Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se tiene la esperanza de que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida».

Salmo responsorial Sal 16,1.5-6.8.15
R/. Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.

Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño. R/.

Mis pies estuvieron firmes en tus caminos,
y no vacilaron mis pasos.
Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;
inclina el oído y escucha mis palabras. R/.

Guárdame como a las niñas de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme.
Yo con mi apelación vengo a tu presencia,
y al despertar me saciaré de tu semblante. R/
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Segunda Lectura: Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (2,16–3,5)

 
Hermanos:
Que el mismo Señor nuestro, Jesucristo, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado y nos ha regalado un consuelo eterno y una esperanza dichosa, consuele vuestros corazones y os dé fuerza para toda clase de palabras y obras buenas. Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada, como lo fue entre vosotros, y para que nos veamos libres de la gente perversa y malvada, porque la fe no es de todos.
El Señor, que es fiel, os dará fuerzas y os librará del Maligno.
En cuanto a vosotros, estamos seguros en el Señor de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos mandado.
Que el Señor dirija vuestros corazones hacia el amor de Dios y la paciencia en Cristo
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Evangelio: Lectura del santo evangelio según san Lucas (20,27-38)
 
En aquel tiempo, se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y preguntaron a Jesús:
«Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y de descendencia a su hermano . Pues bien, había siete hermanos; el primero se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer».
Jesús les dijo:
«En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección.
Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos».


Meditación del Evangelio
 
Jesús siempre manso y paciente les indica como primera cosa, que la vida después de la muerte no tiene los mismos parámetros de aquella terrena. La vida eterna es otra vida, en otra dimensión, en la cual entre otras cosas no existirá más el matrimonio, que está relacionado a nuestra existencia en este mundo. Los resucitados -dice Jesús- serán como los ángeles y vivirán en un estado diverso que ahora no podemos sentir ni imaginar. Y así lo Jesús explica.

Pero después, por así decir, pasa al contraataque. Y lo hace citando la sagrada escritura, con una simplicidad y una originalidad que nos dejan llenos de amor hacia nuestro Maestro, ¡el único Maestro!

La prueba de la resurrección, Jesús la encuentra en el episodio de Moisés y de la zarza ardiente, allí en donde Dios se revela como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. El nombre de Dios está unido a los nombres de los hombres y de las mujeres con los cuales Él se relaciona, y este nexo es más fuerte que la muerte. Y nosotros podemos decir esto de la relación de Dios con nosotros. Él es nuestro Dios; Él es el Dios de cada uno de nosotros; como si Él llevara nuestro nombre, le gusta decirlo, y esta es la Alianza.

He aquí por qué Jesús afirma: 'Dios no es de los muertos pero de los vivos, para que todos vivan en Él”. Esta es una ligación definitiva; la alianza fundamental es aquella con Jesús; Él mismo es la Alianza, Él mismo es la Vida y la Resurrección, porque con su amor crucificado ha vencido la muerte.

En Jesús, Dios nos da la vida eterna, nos la da a todos, y todos gracias a Él tienen la esperanza de una vida aún más verdadera que la actual.

La vida que Dios nos prepara no es un simple embellecimiento de la actual: esa supera nuestra imaginación, porque Dios nos asombra continuamente con su amor y con su misericordia. (Ángelus de S.S. Francisco, 10 de noviembre de 2013).

Licencia Creative Commons El texto "Hoy 10 de noviembre celebramos..." creado para www.jesusdelahumillacion.org, está basado en textos del "Calendario Litúrgico-Pastoral" editado por la Comisión Episcopal de Liturgia de la Conferencia Episcopal Española.

Imagen principal: "Herrera mozo San León magno Lienzo. Óvalo. 164 x 105 cm. Museo del Prado" by Francisco Herrera the Younger - www.pintura.aut.org. Licensed under Public Domain via Wikimedia Commons.