Sábado Santo. Tras la temprana celebración parroquial en San Felipe, algunos herman@s de nuestra Cofradía también participamos en la Vigilia Pascual diocesana que parte de la Iglesia de San Cayetano, invadida por el silencio y la oscuridad tras la apoteosis de la noche anterior
Muchos cofrades nos reunimos bajo banderines y guiones. Esta vez no hay capirotes y terceroles y los distintos colores se funden en una única convicción: la esperanza de la Resurrección. La penitencia da paso a la alegría; la tristeza se va a cambiar por ilusión en la vida y en la luz.
Se abren las puertas y la iglesia se contagia de la expectación del público que espera en la plaza. Redobles y bombazos rompen el silencio mientras los guiones y los cofrades van desplegándose serenamente ante el palacio notarial. El cirio pascual es el símbolo principal, el fundamento de la celebración de la Vigilia. La Hermandad de Cristo Resucitado es la perfecta anfitriona, siempre amable y cordial, abierta a la participación de todos los hermanos. Nos sentimos muy bien acogidos.
La procesión nos lleva a la Basílica del Pilar, el corazón de Zaragoza. Extrañamente oscura y silenciosa, como en tinieblas. Es imposible distinguir los colores de los hábitos y las capas. La espera en silencio y calma reconforta el cansancio de la intensa Semana Santa que acabamos de vivir.
Un pequeño fuego en el coro es el comienzo de la celebración. El cirio pascual es encendido y su luz se propaga por todo el templo a través de las candelas. Es la luz de Cristo. Continúa la liturgia de la Palabra, alternando lecturas con salmos cantados. El órgano interpreta un terremoto mientras se encienden las luces del paso de Cristo Resucitado. Suenan las campanas y se encienden todas las lámparas. ¡Jesús ha resucitado!
La tercera parte de la Vigilia es la liturgia del agua. En esta noche se bautizaban los primeros cristianos. Nosotros lo recordamos renovando las promesas del bautismo, y recibiendo el agua bendita de manos del arzobispo, que recorre todo el templo. Finalmente se celebra la Eucaristía. Los cofrades participan en el ofertorio y en la consagración portando velas ante el altar mayor. Adrián y Juan nos representaron en este momento, y estuvieron acompañados de Chelo, Nieves, Alfonso y Begoña.
Al finalizar es momento de alegría y celebración. ¡Feliz Pascua!, nos deseamos. La procesión se dirige ruidosamente hasta el palacio arzobispal en la plaza de La Seo y, tras la bendición del arzobispo, se estalla en una “rompida” frenética de tambores y bombos cada uno a su ritmo, fuera ya de la obligación que marca el compás.
Es tarde ya. Nos ofrecen pastas y moscatel, mientras conversamos con unos y nos felicitamos con otros, algunos ya con la mente puesta para el día siguiente, para ese “Encuentro Glorioso” entre Cristo resucitado y su madre, Santa María de la Esperanza y del Consuelo que cada año se produce en la plaza del Pilar y al que tampoco la Cofradía falta, asistiendo con otra nutrida representación.
La alegría de la Resurrección es la culminación a la Semana Santa. Un poco de nostalgia nos invade, qué pena que haya terminado, pero… ¡ya queda menos para el año que viene! Ojalá que algún año os animéis a participar tanto en la Vigilia Pascual como en la procesión del Domingo de Resurrección representando a la Cofradía. Es una experiencia intensa y vibrante. Es el mejor modo de culminar la Semana Santa.
Crónica de Juan Ramón Giménez.
Fotografías cedidas a la Cofradía para su publicación por David Beneded Blázquez, Mario Gambra López, Eduardo Sauras Moix y PasionZgz.
