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Procesión del Vía Crucis en el Domingo de Ramos 2018

Como habíamos anunciado en nuestras redes sociales, no era 14 de febrero pero el Domingo de Ramos era un día para enamorarse, para apasionarse con la Pasión, para amar el Amor, para que en nuestros corazones se hicieran presentes los que están ausentes, para partir hacia un encuentro vital de fraternidad, para compartir con los hermanos llorando con los que lloran, sufriendo con los que sufren, luchando con los que luchan. En definitiva, era un gran día para hacer verdadera Cofradía.

Y eso es lo que hicimos, cada uno a nuestro modo: tocando un instrumento, portando un atributo, llevando el paso, iluminándolo con una vela, acompañando a nuestro “Jesús de la Humillación” con medalla o mantilla, siguiéndolo desde la acera o sintiéndolo en el corazón en la lejanía. Para éstos últimos, y por vez primera, la Cofradía cubrió en directo nuestra procesión titular a través de su perfil en Twitter difundiendo la Buena Noticia no solo por las calles de Zaragoza sino también por todos los confines del mundo. Catorce estaciones en las que recorremos, junto al Papa Francisco, el camino en el que Cristo nos revela la verdad sobre Dios y sobre el hombre.

INTRODUCCIÓN
Nosotros, cristianos, somos conscientes de que el vía crucis del Hijo de Dios no fue simplemente el camino hacia el lugar del suplicio. Creemos que cada paso del Condenado, cada gesto o palabra suya, así como lo que vieron e hicieron todos aquellos que tomaron parte en este drama, nos hablan continuamente. En su pasión y en su muerte, Cristo nos revela también la verdad sobre Dios y sobre el hombre.

Hoy queremos reflexionar con particular intensidad sobre el contenido de aquellos acontecimientos, para que nos hablen con renovado vigor a la mente y al corazón, y sean así origen de la gracia de una auténtica participación. Participar significa tener parte. Y ¿qué quiere decir tener parte en la Cruz de Cristo? Quiere decir experimentar en el Espíritu Santo el amor que esconde tras de sí la Cruz de Cristo. Quiere decir reconocer, a la luz de este amor, la propia Cruz. Quiere decir cargarla sobre la propia espalda y, movidos cada vez más por este amor, caminar... Caminar a través de la vida, imitando a Aquel que «soportó la Cruz sin miedo a la ignominia y está sentado a la diestra del trono de Dios».

Oración: Señor Jesucristo, colma nuestros corazones con la luz de tu Espíritu Santo, para que, siguiéndote en tu último camino, sepamos cuál es el precio de nuestra redención y seamos dignos de participar en los frutos de tu pasión, muerte y resurrección. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

PRIMERA ESTACIÓN – JESÚS ES CONDENADO A MUERTE
Pilato continuó diciendo: ¿Qué quieren que haga, entonces, con el que ustedes llaman rey de los judíos? Ellos gritaron de nuevo: ¡Crucifícalo! Pilato, para contentar a la multitud, les puso en libertad a Barrabas; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.

“La cruz de Jesús es la Palabra con la que Dios ha respondido al mal del mundo. A veces nos parece que Dios no responde al mal, que permanece en silencio. En realidad Dios ha hablado, ha respondido, y su respuesta es la cruz de Cristo: una palabra que es amor, misericordia, perdón. Y también juicio: Dios nos juzga amándonos.

Recordemos esto: Dios nos juzga amándonos. Si acepto su amor, estoy salvado; si lo rechazo, me condeno, no por él, sino por mí mismo, porque Dios no condena, Él sólo ama y salva”.

“La palabra de la cruz es también la respuesta de los cristianos al mal que sigue actuando en nosotros y a nuestro alrededor. Los cristianos deben responder al mal con el bien, tomando sobre si la cruz, como Jesús”.

SEGUNDA ESTACIÓN – JESÚS CARGA CON LA CRUZ
Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de él. Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo. Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza, pusieron una caña en su mano derecha y doblando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo: Salud, rey de los judíos. Y escupiéndole, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.

“Ya lo dijo nuestro Señor: el que quiera venir conmigo, que cargue con su cruz y me siga. Y debajo de la cruz solo hay un lugar para el que quiere poner el hombro (…)

Cuando uno ‘pone el hombro’ encuentra su lugar en la vida. Cuando le ponemos el hombro a las necesidades de nuestros hermanos, entonces experimentamos, con asombro y agradecimiento, que Otro nos lleva en hombros a nosotros mismos (...) Es ahí, precisamente, cuando el sufrimiento de nuestros hermanos nos toque hiriéndonos y el sentimiento de impotencia se haga más profundo y nos duela, donde encontramos nuestro camino verdadero hacia la pascua.

TERCERA ESTACIÓN – JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ
Él soportaba nuestros sufrimientos y cargaba con nuestras dolencias, y nosotros lo considerábamos golpeado, herido por Dios y humillado. Él fue traspasado por nuestras rebeldías y triturado por nuestras inequidades. El castigo que nos da la paz recayó sobre él y por sus heridas fuimos sanados. Todos andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su propio camino, y el Señor hizo recaer sobre él las iniquidades de todos nosotros.

“Una de las tentaciones más serias que aparta nuestro contacto con el Señor es la conciencia de derrota. Frente a una fe combativa por definición, el enemigo, bajo ángel de luz, sembrará las semillas del pesimismo

Nadie puede emprender ninguna lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo. El que comienza sin confiar, perdió de antemano la mitad de la batalla. El triunfo del cristiano es siempre una cruz, pero una cruz bandera de victoria”. 

CUARTA ESTACIÓN – JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE
Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón.

“No estamos solos. Somos muchos, un pueblo, y la mirada de la Virgen nos ayuda a mirarnos entre nosotros de otra manera: aprendemos a ser más hermanos porque nos mira la Madre, a tener esa mirada que busca rescatar, acompañar, proteger…

La mirada de la Virgen nos enseña a mirar a los que miramos menos y que más necesitan: los más desamparados, los que están solos, los enfermos, los que no tienen con qué vivir, los chicos de la calle, los que no conocen a Jesús, los que no conocen la ternura de la Virgen. (…) En María, muchos encuentran la fuerza de Dios para sobrellevar los sufrimientos y cansancios de la vida”.

QUINTA ESTACIÓN – EL CIRENEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ
Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para que la llevara detrás de Jesús.

“Sólo aquel que se reconoce vulnerable es capaz de una acción solidaria. Pues conmoverse (moverse-con), compadecerse (padecer-con) de quien esta caído al borde del camino, son actitudes de quien sabe reconocer en el otro su propia imagen, mezcla de tierra y tesoro, y por eso no la rechaza. Al contrario: la ama, se acerca a ella y, sin buscarlo, descubre que las heridas que cura en el hermano son ungüento para las propias.

De ahí que hablemos de la dignidad de la persona, de cada persona, más allá de que su vida física sea apenas un frágil comienzo o esté a punto de apagarse como una velita. La persona, cuanto más frágiles y vulnerables sean sus condiciones de vida, más digna es de ser reconocida como valiosa. Y ha de ser ayudada, querida, defendida y promovida en su dignidad. Y esto no se negocia”.

SEXTA ESTACIÓN – LA VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO DE JESÚS
Sin forma ni hermosura que atrajera nuestras miradas, sin un aspecto que pudiera agradarnos, Depreciado, desechado por los hombres, abrumado de dolores y habituado al sufrimiento, como alguien ante quien se aparta el rostro. Mi corazón sabe que dijiste: Busquen mi rostro. Yo busco tu rostro, Señor, no lo apartes de mí. No alejes con ira a tu servidor, tú, que eres mi ayuda; no me dejes ni me abandones, mi Dios y mi Salvador.

“Hoy más que nunca, se puede descubrir detrás de tantas demandas de nuestra gente, una búsqueda de Absoluto que, por momentos, adquiere la forma de grito doloroso de una humanidad ultrajada: Queremos ver a Jesús. Son muchos los rostros que, con un silencio más decidor que mil palabras, nos formulan esta petición. Los conocemos bien: están en medio de nosotros. Rostros de niños, de jóvenes, de adultos… No faltan rostros marcados por el dolor y la desesperanza”.

SÉPTIMA ESTACIÓN – JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ
Los que me ven, se burlan de mí, hacen una mueca y mueven la cabeza. No te quedes lejos, porque acecha el peligro y no hay nadie para socorrerme.

“Las dificultades y las tribulaciones forman parte del camino para llegar a la gloria de Dios, como para Jesús, que ha sido glorificado en la cruz: las encontraremos siempre en la vida. No nos desanimemos: tenemos la fuerza del Espíritu para vencer nuestras tribulaciones.

No hay dificultades, tribulaciones, incomprensiones que nos hagan temer si permanecemos unidos a Dios como los sarmientos están unidos a la vid, si no perdemos la amistad con él, si le hacemos cada vez más espacio en nuestra vida”.

OCTAVA ESTACIÓN – JESÚS ENCUENTRA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN
Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: ¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos. Porque se acerca el tiempo en que se dirá: ¡Felices las estériles, felices los senos que no concibieron y los pechos que no amamantaron!

“En las lágrimas de una mamá o de un papá que llora por sus hijos se esconde la mejor oración que se puede hacer en la tierra; esa oración de lágrimas silenciosas y mansas que es como la de nuestra Señora al pie de la cruz, que sabe estar al lado de su Hijo sin estallidos ni escándalos, acompañando, intercediendo.

Interceder no nos aparta de la verdadera contemplación, porque la contemplación que deja fuera a los demás es un engaño. (…) El corazón de Dios se conmueve por la intercesión, pero en realidad él siempre nos gana de mano, y lo que posibilitamos con nuestra intercesión es que su poder, su amor y su lealtad se manifiesten con mayor nitidez en el pueblo”. 

NOVENA ESTACIÓN – JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
Es bueno para el hombre cargar con el yugo desde su juventud. Que permanezca solitario y silencioso, cuando el Señor se lo impone. Que ponga su boca sobre el polvo: ¡tal vez haya esperanza! Que ofrezca su mejilla al que lo golpea y se sacie de oprobios. Porque el Señor nunca rechaza a los hombres para siempre. Si aflige, también se compadece, por su gran misericordia.

“Puedes presentar al Señor tus cansancios y fatigas, como los de las personas que el Señor te ha puesto en tu camino. Puedes dejar que el Señor abrace tu fragilidad, tu barro, para transformarlo en fuerza evangelizadora y en fuente de fortaleza. Así lo experimento el apóstol Pablo: Estamos atribulados por todas partes, pero no abatidos, perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados. Siempre y a todas partes, llevamos en nuestro cuerpo los sufrimientos de la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo”.

DÉCIMA ESTACIÓN  - JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS.
Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron también la túnica, y cono no tenía costura, porque estaba hecha de una sola pieza de arriba abajo, se dijeron entre sí: No la rompamos. Vamos a sortearla, para ver a quien le toca.

“La cruz de Jesús nos lleva a él, que es la Verdad, el Camino y la Vida. Para los no creyentes la cruz no era más que un patíbulo, una vergüenza donde se purgaban los crímenes. Para nosotros es algo muy distinto: supone el despojo, ese despojo desde dentro…

La pequeñez del Reino supone despojo, el cual irá apareciendo en las diversas etapas de nuestra vida. No por casualidad, Jesús, en medio de la paz y alegría de la resurrección le recuerda a Pedro que debía seguirlo en el despojo: En verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tu no quieras”.

UNDÉCIMA ESTACIÓN  - JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
Al mismo tiempo, fueron crucificados con él dos bandidos, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza, decían: Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz! De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos se burlaban.

“Es la cruz donde Jesús asume definitivamente el fracaso y el mal; y los trasciende. Allí se manifiesta lo insondable de su amor, porque sólo quien ama mucho posee la libertad y la vitalidad de espíritu para aceptar el fracaso.

El fracaso histórico de Jesús y las frustraciones de tantas esperanzas son, para la fe cristiana, el camino por excelencia a través del cual Dios se revela en Cristo y actúa la salvación.

El fracaso de Jesús se inserta en esta dinámica: cuando todo está perdido, cuando nadie queda… entonces interviene Dios; es la intervención de Dios sobre la total imposibilidad de esperanza humana”.

DUODÉCIMA ESTACIÓN – JESÚS MUERE EN LA CRUZ
Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz: Elí, Elí, lemá sabactani, que significa: Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado? Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu.

“Así es la actitud del corazón de Cristo. El abandono en las manos de Dios, sin pretender controlar los resultados de la crisis y de la tormenta. Abandono fuerte, pero no ingenuo... Abandono que implica confianza en la paternidad de Dios, pero que no exime el sufrimiento de la agonía: porque este abandono no tiene respuesta inmediata, incluso él mismo es acrisolado por el silencio de Dios que puede llevar a la tentación de desconfianza… es grito desgarrador en el culmen de la prueba: Padre, ¿porque me has abandonado?”

En la cruz hay que perderlo todo para ganarlo todo. Allí se da la venta de todo para comprar la piedra preciosa o el campo con el tesoro escondido. Perderlo todo: el que pierda su vida por mí, la encontrará. Nadie nos obliga, se nos invita. La invitación es al todo o nada.

DECIMOTERCERA ESTACIÓN – JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ Y ENTREGADO A SU MADRE
Había allí muchas mujeres que miraban de lejos: eran las mismas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo. Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús, y fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo entregaran.

“Sabemos que María, después de la cruz, cargó el cuerpo de Jesús. Es un momento triste y sagrado que al recordarlo nos da esperanza, porque es el cariño grande de nuestra querida Madre. Así es ella con nosotros (…) Hemos de pedir a nuestra Madre esa gracia especial para nosotros: que nos ayude a cuidar de toda vida y toda la vida, la vida que comienza, la vida que se desarrolla y la vida que termina; que la sepamos acompañar y cuidar.

Necesitamos de la mirada tierna de María, su mirada de Madre, esa que nos destapa el alma. Su mirada que está llena de compasión y de cuidado. Por eso hoy le decimos: Madre regálanos tu mirada”.

DECIMOCUARTA ESTACIÓN – JESÚS ES COLOCADO EN EL SEPULCRO
Fue también Nicodemo, el mismo que anteriormente había ido a verlo de noche, y trajo una mezcla de mirra y aloe, que pesaba unos treinta kilos. Tomaron entonces el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas, agregándole la mezcla de perfumes, según la costumbre de sepultar que tienen los judíos. Entonces José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo deposito en un sepulcro nuevo que se había hecho cavar en la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue.

“La esperanza ahonda el alma y la pacífica, pues, al abrir el corazón, confiados en la promesa hecha, en la palabra dada, los hombres se liberan de las suspicacias y pesimismos de su razón inmediata e incluso del peso de ciertas evidencias. Si no recuerdas la promesa, si no tienes memoria de lo que el mismo Jesús te dijo, no vas a tener esperanza y vas a ser prisionero o prisionera de la coyuntura, del susto del momento, de la conveniencia del momento, del temor, de la incredulidad. ¡Recuerda la promesa y mantén la esperanza!”.

ORACIÓN FINAL
La cruz no es el final del camino.


El misterio pascual de Cristo no termina con la cruz y la muerte del Señor. La cruz no es el final del camino. El papa Francisco nos recuerda que no hay que olvidar nunca la cruz, y que no existe verdadera fe cristiana sin ella:

“La resurrección no se entiende sin la cruz. En la cruz esta la historia del mundo: la gracia y el pecado, la misericordia y el arrepentimiento, el bien y el mal, el tiempo y la eternidad. Sin embargo, la lógica de la Cruz no es ante todo aquella del dolor y de la muerte, sino la del amor y del don de sí que trae vida” [Papa Francisco].

Por ello el papa Francisco también nos recuerda, con más fuerza si cabe, la promesa. Nos detenemos en una última invitación que nos hace a mirar más allá. Así nos dice en sus palabras: “O creemos en la contundencia del sepulcro clausurado por la piedra, la adoptamos como forma de vida y alimentamos nuestro corazón con la tristeza, o nos animamos a recibir el anuncio del Ángel: No está aquí, ha resucitado y asumimos la alegría, esa dulce y confortadora alegría de evangelizar que nos abre el camino a proclamar que él está vivo y nos espera, en todo momento, en la Galilea del encuentro con cada uno (…) Digámonos unos a otros: no tengamos miedo, no temamos; no esquivemos la certeza que se nos impone; no rechacemos la esperanza. No optemos por la seguridad del sepulcro (…) Abrámonos al don de la esperanza. No temamos la alegría de la resurrección de Cristo (...) El Señor no se cansa de llamar: No temas ¿No temas a qué? No temas a la esperanza… porque la esperanza nunca defrauda..

Pregón de la Semana Santa de Zaragoza 2018

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Fotografías cedidas a la Cofradía para su publicación por Óscar Cubero Perales, Mario Gambra López, Jesús Guillén Gracia, Sergio Herrero Barco y Jorge Sánchez Aguilar.