El 11 de marzo fue un día importante para la Cofradía pese a que no nos encontrábamos inmersos en los festejos de las “bodas de plata” fundacionales. Quizás por eso, anduvimos algo dormidos al principio de esta nueva “Fiesta Titular” sin darle la verdadera importancia que tenía este vigesimosexto cumpleaños que, en realidad era el año I de nuestra consolidación como Cofradía celebrando, nada más ni nada menos, que aún seguimos unidos, esforzándonos y luchando por sobrevivir ante la adversidad de estos tiempos donde algunos dan a entender que transmitir la Palabra de Cristo es algo obsoleto, de trasnochados, de una sociedad primitiva sin darse cuenta que el cristiano únicamente proclama el AMOR.

No hay mayor fiesta que celebrar todos juntos la eucaristía, acogiendo en la misma a aquellos hermanos que, desde el mismo momento que se les impone la medalla, forman parte no solo de nuestra Cofradía sino de nuestra propia familia. Hacemos y renovamos juntos las promesas por las que nos comprometemos a llevar una vida de auténticos cofrades; bendecimos e imponemos las capas como elemento representativo del hábito que nos distingue como “seguidores” de Jesús y agradecemos a aquellos hermanos que durante veinticinco años continúan fielmente perteneciendo a nuestra comunidad eclesial.

Fotografías de Marta Alquézar Becerril.