
"La palabra del Señor permanece para siempre. Y esa palabra es el Evangelio que os anunciamos" (1 P 1,25: cf. Is 40,8). Esta frase de la Primera carta de san Pedro, que retoma las palabras del profeta Isaías y con las que comienza Benedicto XVI la exhortación apostólica "Verbum Domini", nos pone frente al misterio de Dios que se comunica a sí mismo mediante el don de su palabra. Esta palabra, que permanece para siempre, ha entrado en el tiempo. Es la buena noticia. Éste es el anuncio que, a través de los siglos, llega hasta nosotros.
CELEBRAMOS MEMORIA DE SAN ABDÍAS
Hoy la Iglesia hace memoria de san Abdías, profeta, quien, después del exilio del pueblo de Israel, anunció la ira del Señor contra las gentes enemigas (elog. Martirologio Romano). Abdías (también llamado Obodyá, Obadyá u Obadías; siglo VI a.C.) es uno de los doce profetas menores del Antiguo Testamento, autor del Libro de Abdías. Con sólo veintiún versículos, es el más corto de las Sagradas Escrituras y uno de los menos precisos desde el punto de vista cronológico. El Libro de Abdías ocupa el cuarto lugar en la serie de los libros de los doce profetas llamados «menores» y se sabe que fue escrito por Abdías (nombre que significa "siervo de Dios"), si bien se desconoce todo acerca de quién fue y dónde escribió el libro. Se supone que fue escrito en el año 607 a. de C., pocos años antes de la caída de Edom, aunque se barajan numerosas hipótesis. Algunos autores sostienen que Abdías había profetizado en la época de Joram, rey de Judá (849-842); pero como puede interpretarse que habla de la destrucción de Jerusalén como ya ocurrida en los versos 11-14, otros colocan su profecía en la época del destierro. Ciertamente el tono de su libro, que muestra bastante mayor confianza en el futuro que en el presente, hace pensar que Abdías nació después de la caída de Jerusalén (586 a.C.), en el oscuro período a que alude también el libro de Jeremías.
Primera Lectura: Comienzo del libro del Apocalipsis (1,1-4;2,1-5a)
Juan a las siete iglesias de Asia:
«Gracia y paz a vosotros
de parte del que es, el que era y ha de venir;
de parte de los siete Espíritus que están ante su Trono».
Escuché al Señor que me decía:
Escribe al ángel de la Iglesia en Éfeso:
«Esto dice el que tiene las siete estrellas en su derecha, el que camina en medio de los siete candelabros de oro. Conozco tus obras, tu fatiga, tu perseverancia, que no puedes soportar a los malvados, y que has puesto a prueba a los que se llaman apóstoles, pero no lo son, y has descubierto que son mentirosos. Tienes perseverancia y has sufrido por mi nombre y no has desfallecido. Pero tengo contra ti que has abandonado tu amor primero. Acuérdate, pues, de dónde has caído, conviértete y haz las obras primeras».
Salmo responsorial Sal 127,1-2.3.4-5.
Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.
Será como un árbol,
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.
No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.
«Pasa Jesús el Nazareno».
Entonces empezó a gritar:
«¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!».
Los que iban delante lo regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte:
«Hijo de David, ten compasión de mí!».
Jesús se paró y mandó que se lo trajeran.
Cuando estuvo cerca, le preguntó:
«¿Qué quieres que haga por ti?».
Él dijo:
«Señor, que recobre la vista».
Jesús le dijo:
«Recobra la vista, tu fe te ha salvado».
Y enseguida recobró la vista y lo seguía, glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alabó a Dios.
Meditación del Evangelio
Pero nosotros somos esos que están con el Señor. Y de tanto mirar al Señor no miramos la necesidad del Señor, no miramos al Señor que tiene hambre, que tiene sed, que está en prisión, que está en el hospital. Ese Señor, en el marginado. Y este clima hace mucho mal.
El grupo que se siente preelegido, que quiere conservar este pequeño mundo alejando a quien moleste al Señor, incluidos los niños. Cuando en la Iglesia, los fieles, los ministros se convierten en un grupo así... no eclesial, sino 'eclesiástico', de privilegio de cercanía al Señor, tienen la tentación de olvidar el primer amor, ese amor tan bonito que todos hemos tenido cuando el Señor nos ha llamado, nos ha salvado, nos ha dicho: 'Pero yo te quiero mucho'. Esta es una tentación de los discípulos: olvidar el primer amor, es decir, olvidar también las periferias, donde yo estaba antes, aunque sintiera vergüenza. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 17 de noviembre de 2014, en Santa Marta).
El texto "Hoy 19 de noviembre celebramos..." creado para www.jesusdelahumillacion.org, está basado en textos del "Calendario Litúrgico-Pastoral" editado por la Comisión Episcopal de Liturgia de la Conferencia Episcopal Española.
Imagen principal: Dios se presenta a través del sueño a Abdías. Manuscrito francés, siglo XIII (Livre d'Abdias, Bourges, B.M., Ms. 7, f. 155v.). «Abdias» de Desconocido - culture.gouv.fr. Disponible bajo la licencia Dominio público vía Wikimedia Commons..
