EXPOSICIÓN DE LA UNIDAD 2: CAPÍTULO 2

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En el Antiguo Testamento, Dios se mostró muy tajante respecto a la fabricación de imágenes por parte de los hombres: Yo soy el Señor tu Dios. No tendrás otros dioses fuera de mí. No te harás ídolos, ni imagen tallada alguna de lo que hay arriba en los cielos, o abajo en la tierra, o en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellos ni le darás culto (cf. Dt 5, 6-9). De este modo, quería Dios significar su carácter absoluto y evitar la idolatría, el riesgo de confundirle con sus representaciones.

Sin embargo, la Iglesia siempre ha admitido el culto a las imágenes. ¿Por qué? Precisamente porque los cristianos confesamos que en la persona de Jesús de Nazaret, Dios se ha encarnado, ¡Dios se ha hecho hombre!. Jesucristo es así el rostro humano de Dios, “la imagen del Dios invisible” (Col 1, 15) y como tal imagen, puede y debe ser mostrado a la vista de los creyentes.

Pero nosotros hoy ya no tenemos acceso al Jesús de carne y hueso que recorrió los caminos de Galilea y Judea hace dos mil años. Ya no podemos verle ni oírle como le vieron y oyeron sus contemporáneos (cf. 1 Jn, 1-4). Nos encontramos con Él principalmente por medio de su Palabra y de su presencia sacramental, transmitidas por la Iglesia. Y también, entre otros medios, Él sigue haciéndose presente (sigue representado) a través de las expresiones artísticas que los cristianos han ido creando de él a lo largo del tiempo.

Del mismo modo que la foto o la escultura de una persona no son esa persona, así un cuadro o una escultura de Jesús no son Jesús. Sabemos que estamos ante imágenes, representaciones que de alguna manera nos recuerda algún aspecto de la vida o del misterio de Jesucristo.

Por ello distinguimos entre venerar una imagen en la que se representa a Jesús y adorar al Hijo de Dios.

Diferencias entre adorar (latría) y venerar (dulía)

La advertencia del Antiguo Testamento no ha perdido actualidad. No rezamos a una imagen sino que rezamos a Aquel que está representando por la imagen. ¡Pobres de nosotros si pusiéramos nuestra esperanza en un trozo de madera!. Y lo mismo que decimos de las imágenes de Jesús, podemos decirlo de las de la Santísima Virgen o de los santos. A través de la veneración a estas imágenes estamos adorando al verdadero Dios que ha hecho maravillas en estas personas transformándolas a imagen suya. “Porque a los que conoció de antemano, los destinó también desde el principio a reproducir la imagen de su Hijo, llamado a ser primogénito entre muchos hermanos” (Rom 8, 29).

Consecuentemente, las imágenes sagradas expuestas al culto no solo es arte, ni son simples esculturas de museo sino que reciben la veneración de los fieles de manera casi permanente; no faltando nunca las ofrendas ni oraciones depositadas en ellas; son focos de atracción de creyentes e, incluso, de agnósticos. Y son objeto de infinidad de cuidados y atenciones, principalmente de sus camareras y mayordomos, siempre pendientes del exorno, de la vestimenta, la limpieza o la conservación.

Como nos recuerda Benedicto XVI, nuestras Imágenes tienen el cometido de llevarnos más de allá de lo constatable y tangible despertando los sentidos internos y enseñándonos una nueva forma de mirar con la que percibir lo invisible en los visible. En definitiva, son imágenes sagradas cuya sacralidad consiste precisamente en que su contemplación visual conduce a un recogimiento interior, a un encuentro creyente con la realidad del Resucitado en la oración.


Referencias bibliográficas:

- Benedicto XVI: “El espíritu de la liturgia. Una introducción”. Ediciones Cristiandad, 2007.

- José Eizaguirre, José Ramón Mata y Manuel Amescua Morillas: “Paso a paso: itinerario de fe para hermandades y cofradías”. PPC, 2005.

- Emilio Martín Aguirre: “VII Pregón de la Hermandad de la Coronación de Espinas”. Ciudad Real, 2013.


 

EXPOSICIÓN DE LA UNIDAD 2
  • Capítulo 1
    ¿Por qué unas imágenes concretas, nuestros Titulares?
  • Capítulo 2
    A las imágenes las veneramos puesto que solo adoramos a Dios
  • Capítulo 3
    El culto a las Imágenes Sagradas en la doctrina de la Iglesia
  • Capítulo 4
    Las imágenes alcanzan su plena función al salir a las calles
  • Capítulo 5
    Una espiritualidad compartida gracias a las Imágenes
ACTIVIDADES DE LA UNIDAD 2