EXPOSICIÓN DE LA UNIDAD 2: CAPÍTULO 3

Imagen del Capítulo

Como se señalaba en el capítulo anterior, la historia y legitimación del culto a las imágenes es algo que nace con la propia Iglesia. Los Santos Padres encontraron en el misterio de Cristo "Verbo encarnado", el fundamento del culto que se rinde a las imágenes sagradas: «ha sido la santa encarnación del Hijo de Dios la que ha inaugurado una nueva economía de las imágenes».
 
Fue especialmente el Concilio de Nicea II en el año 787, el que «siguiendo la doctrina divinamente inspirada de nuestros Santos Padres y la tradición de la Iglesia Católica», defendió con fuerza la veneración de las imágenes sagradas, tal y como demuestra las palabras del Papa Adriano I: «De manera que en todo el mundo en donde florece el cristianismo, las sagradas imágenes sean veneradas por los fieles; esto es, que a través de la figura visible, nuestras mentes sean arrebatadas espiritualmente hacia la invisible divinidad de su grandeza» pero, eso sí, distinguiendo cuidadosamente la diferencia ente el culto de veneración del culto de adoración, que sólo se le debe a Dios.

Aunque los movimientos reformistas, alarmados por el uso idolátrico que sobre todo las clases más populares hacían de los iconos, con el consiguiente detrimento del mensaje evangélico, optaron sin excepción por posiciones iconoclastas. Ello condujo a la eliminación progresiva de las imágenes en un breve periodo de tiempo y a que su significación se perdiese para no ser más que objetos artísticos o del folclore, hasta que la Iglesia diera respuesta definitiva en el Concilio de Trento celebrado entre los años 1545 y 1563.

En la sesión XXV de dicho Concilio ecuménico se promulgaría el decreto que reforzaría para siempre el valor de las imágenes «no porque se crea haber en ellas divinidad o virtud alguna por la que merezcan el culto, o porque se les deba pedir alguna cosa, o que se haya de poner la confianza en las imágenes, como antiguamente hacían los gentiles, que fundaban su esperanza en los ídolos, sino porque el honor que se tributa a las imágenes se refiere a los prototipos que ellas representan, de tal manera que, por medio de las imágenes que besamos y en cuya presencia nos descubrimos y arrodillamos, adoramos a Jesucristo y veneramos a los santos cuyas semejanza ostentan, todo lo cual se halla sancionado por los decretos de los concilios, y en especial por los del segundo de Nicea contra los impugnadores de imágenes».

El culto a las imágenes continuó siendo defendido por el Magisterio de la Iglesia a lo largo de los siglos, insistiendo el Concilio Vaticano II en la observación religiosa de aquellas cosas que en los tiempos pasados fueron decretadas en torno al culto y devoción a las imágenes de Cristo, de la Virgen y de los santos. La Constitución dogmática “Sacrosantum Concilium” consagra el capítulo VII a glosar la dignidad del arte sagrado al que considera reflejo de la infinita belleza de Dios.

Posteriormente, los Papas han continuado reafirmando el valor doctrinal de las imágenes como ayuda eficaz de la lglesia en su función evangelizadora, como por ejemplo hiciera Juan Pablo II al calificar las imágenes de auténticas «Biblias de los pobres».

Las Imágenes según el Directorio sobre la Piedad y la Liturgia son:

Y así llegamos al compendio que sobre las imágenes desarrolla el “Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia”:

1) Son la traducción iconográfica del mensaje evangélico, en el que imagen y palabra revelada se iluminan mutuamente; la tradición eclesial exige que las imágenes «estén de acuerdo con la letra del mensaje evangélico».

2) Las imágenes son signos santos, que como todos los signos litúrgicos, tienen a Cristo como último referente; las imágenes de los Santos, de hecho, «representan a Cristo, que es glorificado en ellos».

3) Son también memoria de los hermanos Santos «que continúan participando en la historia de la salvación del mundo y a los que estamos unidos, sobre todo en la celebración sacramental».

4) Las imágenes representan una ayuda en la oración: la contemplación de las imágenes sagradas facilita la súplica y mueve a dar gloria a Dios por los prodigios de gracia realizados en sus Santos.

5) Son estímulo para su imitación, porque «cuanto más frecuentemente se detienen los ojos en estas imágenes, tanto más se aviva y crece en quien lo contempla, el recuerdo y el deseo de los que allí están representados»; el fiel tiende a imprimir en su corazón lo que contempla con los ojos: una «imagen verdadera del hombre nuevo», transformado en Cristo mediante la acción del Espíritu y por la fidelidad a la propia vocación;

6) Por último, las imágenes constituyen una forma de catequesis, puesto que «a través de la historia de los misterios de nuestra redención, expresada en las pinturas y de otras maneras, el pueblo es instruido y confirmado en la fe, recibiendo los medios para recordar y meditar asiduamente los artículos de fe».


Referencias bibliográficas:

- Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos: “Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia”. Sede Vaticana, 2002; cap. 238-244.

- Juan Plazaola Artola: “El Arte Sacro actual”. BAC, Madrid 1964.

- José Sánchez Herrero: “Origen teológico e histórico de la devoción a las imágenes de Cristo”. II Congreso Internacional de Cofradías y Hermandades. Murcia, 2007.


 

EXPOSICIÓN DE LA UNIDAD 2
  • Capítulo 1
    ¿Por qué unas imágenes concretas, nuestros Titulares?
  • Capítulo 2
    A las imágenes las veneramos puesto que solo adoramos a Dios
  • Capítulo 3
    El culto a las Imágenes Sagradas en la doctrina de la Iglesia
  • Capítulo 4
    Las imágenes alcanzan su plena función al salir a las calles
  • Capítulo 5
    Una espiritualidad compartida gracias a las Imágenes
ACTIVIDADES DE LA UNIDAD 2