EXPOSICIÓN DE LA UNIDAD 5: CAPÍTULO 1

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Vivimos inmersos en una sociedad regulada por leyes: el código civil o el penal, los estatutos de autonomía, la Constitución Española... Y es que todo grupo humano, desde una comunidad de vecinos hasta una nación, vive de acuerdo a unos principios que sirven para de algún modo regular nuestro actuar y nuestras relaciones con los demás. Es lo que llamamos las leyes, que no son otra cosa sino «las reglas de conducta proclamadas por la autoridad competente en orden al bien común».

Obviamente, también los cristianos tenemos nuestros normas que, en nuestro caso, no son solo fruto del acuerdo y la negociación entre las personas sino que en su origen expresan la voluntad de Dios para con nosotros.

Ya en las primeras páginas del Antiguo Testamento encontramos cuáles son los fines que el Creador propone a sus criaturas: «He aquí que yo establezco mi alianza con vosotros y con vuestra futura descendencia, y con toda alma viviente que os acompaña» (Gn 9, 9-10). Son las palabras de Dios a Noé después del Diluvio, en las que expresa su primera Alianza con los seres humanos y con toda la creación. Una alianza que conlleva la Cofradía universal y que será renovada sucesivamente con Abraham (cf. Gn 17), Moisés (cf. Ex 19) y, en la plenitud de los tiempos, mediante el sacrificio redentor de Jesús, el artífice de la Alianza nueva y eterna (cf. Lc 22, 20).

Pero si los fines de Dios para con los seres humanos fueron desvelados desde el principio, las normas propuestas para conseguirlo se han ido adaptando. Y el primer “código de conducta” lo forma el Decálogo, las diez palabras (mandamientos) dictadas por Dios a Moisés en el Sinaí (Ex 34, 28; Dt 4, 13; 10, 4) y que resumen y proclaman la ley de Dios:

El Decálogo

Jesús ya declaraba a quienes se acercaban a Él: «si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos» (Mt 19, 17). Mandamientos que, como señalaba Benedicto XVI, «son sólo una especificación del mandamiento del amor. Son, por decirlo así, reglas del amor, que indican el camino del amor con estos puntos esenciales: la familia, como fundamento de la sociedad; la vida, que es preciso respetar como don de Dios; el orden de la sexualidad, de la relación entre un hombre y una mujer; el orden social y, finalmente, la verdad».

Pero al llegar a la plenitud de los tiempos, Jesús muestra definitivamente cómo sueña Dios las relaciones de hermandad entre sus hijos. Cualquier capítulo de los Evangelios es pura revelación de esa voluntad amorosa de Dios; pero hay un texto considerado como el resumen de su mensaje, las Bienaventuranzas (Mt 5, 1-12):

Las Bienaventuranzas

Como señala el Catecismo, las bienaventuranzas están en el centro de la predicación de Jesús y con ellas Jesús recoge las promesas hechas al pueblo elegido pero perfeccionándolas y ordenándolas no sólo a la posesión de una tierra, sino que  nos enseñan el fin último al que Dios nos llama: el Reino, la visión de Dios, la participación en la naturaleza divina, la vida eterna, la filiación, el descanso en Dios. Nos colocan ante opciones decisivas con respecto a los bienes terrenos y purifican nuestro corazón para enseñarnos a amar a Dios sobre todas las cosas.

Finalmente, la Iglesia, que es «es a la vez camino y término del designio de Dios: prefigurada en la creación, preparada en la Antigua Alianza, fundada por las palabras y las obras de Jesucristo, realizada por su Cruz redentora y su Resurrección», también propone cinco “mandamientos” básicos. Unas exigencias de mínimos que quieren recordar que no hay vida cristiana sin esfuerzo moral, sin participación concreta en la vida sacramental de la Iglesia y sin la vinculación solidaría con ella:

Los mandamientos de la Iglesia

El Decálogo, las bienaventuranzas del “sermón de la montaña” y los “mandamientos” de la Iglesia nos describen los caminos que conducen al Reino de los cielos. Por ellos avanzamos paso a paso mediante los actos de cada día, sostenidos por la gracia del Espíritu Santo. Y fecundados por la Palabra de Cristo, damos lentamente frutos en la Iglesia para la gloria de Dios (cf. la parábola del sembrador en Mt 13, 3-23).


Referencias bibliográficas:

- Catecismo de la Iglesia Católica: La vida en Cristo (tercera parte).

- Benedicto XVI: Discurso en el Encuentro preparatorio de la XXV Jornada Mundial de la Juventud. Plaza de San Pedro, 25 de marzo de 2010.

- Marcelo Sánchez Sorondo: “Las Bienaventuranzas como programa del Papa Francisco”.

- YOUCAT. Catecismo Joven de la Iglesia Católica. Editorial Encuentro, 2011.


 

EXPOSICIÓN DE LA UNIDAD 5
  • Capítulo 1
    Las normas para ser cristiano: El Decálogo y las Bienaventuranzas
  • Capítulo 2
    La Cofradía: una Asociación Pública de Fieles Cristianos
  • Capítulo 3
    Los Estatutos y Reglamentos, cuestión de solidaridad
  • Capítulo 4
    La Junta de Gobierno, expresión de servicio por la Cofradía
  • Capítulo 5
    En la Cofradía, el Amor es el fundamento de todo
ACTIVIDADES DE LA UNIDAD 5