EXPOSICIÓN DE LA UNIDAD 2

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Nuestra particular manera de ser cristiano, nuestra vocación cristiana como cofrades va a pasar por la asimilación personal del misterio que representan las imágenes que veneramos. Esto es lo que en lenguaje cristiano se llama espiritualidad, que se refiere a ese conjunto de rasgos que brotan de una experiencia espiritual y definen un particular estilo de vida cristiano. Y esta espiritualidad la compartimos todos los que veneramos las mismas imágenes.

Es más, podríamos decir que lo que nos caracteriza como cofrades es precisamente esta particular manera de ser cristiano que brota de la contemplación y veneración de nuestras imágenes titulares. Una contemplación que se prolonga en la celebración de los sacramentos y en nuestra vida cotidiana. Una veneración que compartimos fraternalmente, sin fanatismos, derroches económicos o rivalidades con quienes se adentran en el misterio de Cristo por medio de la veneración a otras imágenes.

Y no es que la experiencia del cofrade ante su imagen sea superior a las de otras personas tales como místicos (que por su privilegiada facilidad de comunicación directa con la divinidad no necesita de intermediarios) o intelectuales (que ven la imagen como un objeto erudito, con cierto valor artístico o histórico). Desde luego, lo que sí es cierto es que para el cofrade tiene unos ingredientes exclusivos que constituyen un referente de su práctica religiosa y que, además, contribuyen a hacer más humana y entrañable la condición de la propia persona: ante ellas acude en caso de enfermedad o necesidad, frecuenta su visita para orar o meditar en su presencia; las imágenes presiden el hogar y raro es encontrar el cofrade que no lleve una estampa de su Cristo o su Virgen (con el uso del posesivo incluido).

Pero además, el cofrade también ve reflejadas en ellas multitud de momentos de su propia vida como cuando salió por vez primera acompañándolas por las calles de la ciudad, o recordando a ese familiar querido ya fallecido que pudo transmitirle la devoción por ellas y la pasión por la Cofradía, o ese hermano de la Cofradía que en su enfermedad o mientras convalecía en un hospital fijó en su cama una foto de su titular. 

Todas estas razones avalan el valor catequético y evangelizador, el enorme tesoro espiritual y material que constituyen nuestras Sagradas Imágenes Titulares. Pero aun así, hemos de ser conscientes de que siguen siendo sólo un medio para alcanzar los fines auténticos a los que estamos llamados como cristianos.


Referencias bibliográficas:

- Carlos Amigo Vallejo: “La imagen en la religiosidad popular”. Ponencia del II Congreso Internacional de Cofradías. Murcia, 2007.

- Juan Pablo II: “Carta a los artistas. A los que con apasionada entrega buscan nuevas «epifanías» de la belleza para ofrecerlas al mundo a través de la creación artística”.

- Carlos López Bravo: “El cofrade ante sus sagradas imágenes”. En “Boletín de las cofradías de Sevilla” nº 494. Sevilla, 2000; pág. 47-49.


 

    EXPOSICIÓN DE LA UNIDAD 2

  • Capítulo 1
    ¿Por qué unas imágenes concretas, nuestros Titulares?
  • Capítulo 2
    A las imágenes las veneramos puesto que solo adoramos a Dios
  • Capítulo 3
    El culto a las Imágenes Sagradas en la doctrina de la Iglesia
  • Capítulo 4
    Las imágenes alcanzan su plena función al salir a las calles
  • Capítulo 5
    Una espiritualidad compartida gracias a las Imágenes