EXPOSICIÓN DE LA UNIDAD 2

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Todos sentimos un respeto especial hacia aquellas fotografías de los seres queridos que ya no están con nosotros. Materialmente son sólo papel, pero constituyen mucho más que eso; las conservamos con cariño, enmarcadas, debidamente cuidadas. Y ante su presencia evocamos, recordamos, nos emocionamos, tal vez rezamos. Ni siquiera puede decirse que sean imprescindibles para el recuerdo, porque nos bastaría para lograrlo un pequeño esfuerzo mental; pero su visión nos emociona especialmente porque nos acercan más intensamente a nuestros recuerdos y sentires.

De similar modo, nuestras imágenes titulares son algo especial y están presentes en nuestros corazones significando, en el orden de nuestros afectos y emociones, el verdadero retrato de Jesucristo o de su Madre:

En nuestro caso concreto, la imagen titular, principal y la que da el nombre a nuestra Cofradía, es la de “Jesús de la Humillación”, que representa a nuestro Señor en el momento en que Pilato lavándose la manos lo condenara a morir como si fuese un peligroso malhechor (cf. Mt 27, 20-26); en la más completa soledad, abandonado, traicionado y negado por sus propios discípulos; incomprendido y ultrajado por sus coetáneos; desprestigiado y perseguido por los poderosos; despreciado y torturado por sus verdugos. Humillado a sí mismo al mostrarse igual que los demás hombres pese a su condición divina.

Se trata de una talla anónima del siglo XIX de tamaño natural, que continúa con cierta fidelidad el estilo adoptado en la imaginería de la época en áreas catalanas precursora de la escuela artística de Olot, teniendo tallados y policromados la cabeza, las manos y los pies y llevando peluca de pelo natural. Entre los elementos simbólicos que la aderezan y complementan destaca la soga que cae del cuello y ata sus manos en señal de cautividad; la rica túnica blanca bordada y el mantolín púrpura que manifiestan las funciones mesiánicas de Jesús como Sacerdote, Profeta y Rey; y, fundamentalmente, las potencias que son tres piezas de orfebrería en forma de rayos revelando que la luz de la Santísima Trinidad resplandece sobre Jesús (si bien también hay otras interpretaciones que señalan que corresponde con las potencias del alma -memoria, entendimiento y voluntad-. que en Cristo se desarrollarían en su grado máximo).

La devoción por la Virgen tampoco puede faltar en nuestra comunidad y así tenemos como cotitular a “María Santísima de la Amargura”, una advocación especialmente difundida por las órdenes franciscanas y servitas, que hace referencia al estado de ánimo producido en María al conocer el suplicio y humillaciones a las que estaba siendo sometido su Hijo Jesucristo y a la proximidad de su cruenta muerte tras la sentencia impuesta por Pilatos. Transida de amargo dolor y hondo sufrimiento, se encamina al encuentro de Jesús en su tortuosa senda hacia el Gólgota.

Talla de autor anónimo del siglo XIX, adquirida por la Cofradía en el año 1999 siendo una imagen de vestir bajo el modelo tradicional de la imagen de “Nuestra Señora de la Soledad” encargada en 1564 por la reina Isabel de Valois al escultor Gaspar Becerra para el Convento de la Victoria de Madrid de la Orden de los Mínimos. Entre sus vestimentas destacan la toca y rostrillo, simulando el “schebisim” judío o los tocados de las reinas medievales; el fajín que ciñe la cintura y que alude a la virginidad de María; o el manto, simbolizando la protección que los hijos buscan en la Madre. Además, también cuenta con otras piezas de orfebrería como la diadema que dignifica la Realeza de la Madre de Dios y sobre la que se incrustan doce rayos rematados con estrellas en rememoración de las que se describen en la “gran señal” del Apocalipsis; o el corazón atravesado por un puñal representando, como ya profetizara el anciano Simeón, el dolor punzante que traspasa el alma de Madre al ver a su Hijo padecer hasta su muerte.

Las Imágenes Titulares de nuestra Cofradía

Como vemos, Jesús y María tienen en nuestra Cofradía nombres concretos, rostros conocidos y trato familiar. Hablamos de ellos orgullosos, incluso de forma posesiva: mi Cristo o la Virgen de mi Cofradía. Y aunque podamos conocer y venerar también cualquiera de las imágenes de la ciudad o del orbe católico, es la devoción a nuestros Titulares la que constituye un referente cierto de nuestra práctica religiosa.

Pero, ¿qué tienen estas imágenes que no tienen otras parecidas?. La respuesta entra dentro del terreno de la experiencia de fe personal. Como todo lo que brota del corazón, no sabemos explicarlo, pero sabemos que estas imágenes nos “dicen algo”, nos hacen salir de nosotros mismos y nos ponen en comunicación con “las cosas de Dios”. Sí, para cada uno de nosotros, nuestras imágenes titulares son un medio privilegiado a través del cual Dios se nos comunica de un modo particular. Podríamos decir que son las puertas a través de las cuales nosotros vemos a Dios y Dios nos ve a nosotros. Por eso podemos hablar de mirar la imagen y de ser miradas por ella.


Referencias bibliográficas:

- Eduardo Fernández Merino: “La Virgen de luto, indumentaria de las Dolorosas castellanas”. Editorial Visión Libros, 2012.

- José Eizaguirre, José Ramón Mata y Manuel Amescua Morillas: “Paso a paso: itinerario de fe para hermandades y cofradías”. PPC, 2005.

- David Beneded Blázquez: “Jesús de la Humillación” y “María Santísima de la Amargura”. En la página web de nuestra Cofradía Jesús de la Humillación.


 

    EXPOSICIÓN DE LA UNIDAD 2

  • Capítulo 1
    ¿Por qué unas imágenes concretas, nuestros Titulares?
  • Capítulo 2
    A las imágenes las veneramos puesto que solo adoramos a Dios
  • Capítulo 3
    El culto a las Imágenes Sagradas en la doctrina de la Iglesia
  • Capítulo 4
    Las imágenes alcanzan su plena función al salir a las calles
  • Capítulo 5
    Una espiritualidad compartida gracias a las Imágenes