Lectura complementaria

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De la humillación por amor a la exaltación en gloria

La Semana Santa es la conmemoración litúrgica anual de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Conmemorar es evocar y actualizar un acontecimiento del pasado, que se hace misterio vivo hoy. Nuestro pasado no sólo de fe, sino también de arte y cultura en sus múltiples expresiones en los pasos e imágenes que contemplamos en las procesiones por las calles y plazas de nuestra ciudad. El misterio que evocamos y actualizamos es la humillación por amor y la exaltación en gloria del Señor, según expresa el himno de la carta de San Pablo a los Filipenses (2, 6-11).

Conmemorar es celebrar y participar. No somos sólo espectadores ni las procesiones de Semana Santa pueden quedarse en mero espectáculo, aunque sea religioso. Nuestra fe cristiana exige ser celebrada y participada. El primer ámbito de la celebración es la Liturgia, de ella nacen y a ella tienden todas las demás manifestaciones de la religiosidad popular.

Conmemorar es representar y manifestar. En nuestros días se nos achaca a los cristianos que vivimos una fe "vergonzante". La Semana Santa es una ocasión privilegiada para confesar con valor y alegría nuestra fe en Jesucristo muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación.

En estos días santos de la Semana Mayor del año litúrgico vamos a acompañar, en unión con la Virgen María, en la comunión de la Iglesia, a Jesús, que entra triunfante en Jerusalén; que nos da su Cuerpo y su Sangre en la Eucaristía; que instituye el sacerdocio; que lava los pies a sus discípulos como expresión de un servicio hasta el extremo; que nos deja el mandamiento nuevo del amor; que se entrega hasta la muerte de cruz; y que resucita y vive para siempre como Señor del cosmos y de la historia.


+ Vicente Jiménez Zamora
Santander, 15 de abril de 2011