EXPOSICIÓN DE LA UNIDAD 1: CAPÍTULO 3

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Ya hemos indicado que somos imagen y semejanza del Dios Trinitario, por lo que estamos llamados a reproducir en nosotros la imagen del Hijo, aquel que nos hace hermanos entre nosotros como Él, e hijos de Dios con Él: JESUCRISTO.

Jesús es imagen del Dios invisible, pero también es el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina. Con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre: trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado.

Su llegada al mundo supone la instauración de un orden nuevo en el que el hombre no vive ya esclavizado por la Ley. Es fiel al Padre y por ello se enfrenta con toda la sociedad de su tiempo, incluso con los que le seguían que pensaban que la Salvación anunciada era tan sólo el derrotar al poder político romano.

Así Jesús con su vida manifiesta las bases del verdadero reino de Dios. Ante el poder político, Jesús aceptaría la autoridad y las leyes de su tiempo (cf. Mt 17, 24-27) pero se situaría ante ellas con entera libertad (cf. Lc 13, 10-17). Ante los escribas y fariseos, adoptaría una postura crítica en la interpretación de la ley (cf. Mt 23, 1-39). Ante los sacerdotes, daría un giro radical del régimen de la Antigua Alianza. Él será a partir de ahora el único mediador con Dios. Ya no será el templo el único lugar de encuentro, ni los antiguos sacrificios lo que agrada a Dios. Jesús establece un nuevo orden en las relaciones del hombre con Dios, a quien muestra como Padre cercano.

Una apuesta por los más débiles y por los pecadores que ya escandalizaría a sus contemporáneos al considerar que ese mensaje de subversión anteponía los últimos a los primeros. Y por eso le mataron y, además, con una muerte indigna. Probablemente, si Jesús hubiera vivido de otra forma, no hubiera muerto en la cruz. Pero Él prefirió la muerte antes que engañar y mentir, antes que callarse ante las cosas que estaban mal y las injusticias del mundo, antes que hablar de Dios de forma falsa, antes que abandonar su misión. Y con su muerte ya construye una nueva sociedad basada en los valores del Reino de Dios. Una sociedad en la que Dios no es prodigioso, ni milagrero, sino un Dios de gracia que salva al hombre, lo renueva y lo dignifica.

Un Dios del amor que culmina su plan con la resurrección. Porque Jesús sigue vivo y aún hoy más de 2000 años después, sigue llamando la atención de los hombres y mujeres de este siglo XXI. Sus palabras, hechos y actitudes nos siguen interpelando y se dirigen a cada uno de nosotros a través de los siglos y nos preguntan: «y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mc. 8, 28).

Algunos ven en Jesús al profeta, al hombre iluminado y valiente, a alguien que, incluso, llegó a dar la vida por sus ideales de servicio y entrega; otros, acaso ven en Jesús a un revolucionario que quiso subvertir el orden establecido denunciando la hipocresía y la injusticia; y proponiendo una nueva forma de vida basada en el amor mutuo. Muchos, entre ellos lamentablemente no pocos cofrades, no saben contestar a tal pregunta.

Pues bien, es el propio Jesús quien nos da la respuesta en el Evangelio de san Juan, con siete “YO SOY” que debemos tener grabados en la mente cada vez que lo busquemos o tengamos que dar razón de nuestra fe en Él.

Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Jesucristo es, en definitiva, la opción fundamental de nuestra vida, pues como nos decía Benedicto XVI «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva».

Sólo desde la fe en Jesucristo se entiende el ser cofrade porque para nosotros Él es el Cristo que ha resucitado y con quien descubrimos el sentido de la vida y de la historia. Y desde luego, para la Cofradía es el Hermano Mayor, el primogénito entre muchos hermanos, el principio y la única finalidad de su existencia. Sin Jesucristo, la Cofradía sería una asociación vacía, un absurdo.


Referencias bibliográficas:

- Secretariado de Cofradías y Hermandades de Semana Santa de la Diócesis de Orihuela-Alicante: “Jesús fundamento de nuestra Semana Santa”.

- Concilio Vaticano II: Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual “Gaudium et spes”, nº 2.

- Benedicto XVI: Carta Encíclica “Deus Caritas Est” sobre el amor cristiano, nº 1.


 

EXPOSICIÓN DE LA UNIDAD 1
  • Capítulo 1
    La Cofradía, expresión de la dimensión social del ser humano
  • Capítulo 2
    La Santísima Trinidad, misterio nuclear de la Fe cristiana
  • Capítulo 3
    Jesucristo, fundamento y centro de nuestra Cofradía
  • Capítulo 4
    Una comunidad inserta en la Iglesia, la cofradía universal
  • Capítulo 5
    Nuestra Cofradía, heredera de un modo de vivir en fraternidad
ACTIVIDADES DE LA UNIDAD 1