Viernes Santo. Zaragoza se echa a la calle para sentir y llorar la muerte del  «Soberano, Rey de reyes y Señor de señores» y miles de cofrades acompañan, como hace más de cuatro siglos, el cortejo fúnebre que en forma de solemne procesión organiza desde hace más de cuatro siglos la Hermandad de la Sangre de Cristo.

Inmensa, multitudinaria, colorista, … mil y un adjetivos se buscan para calificar la procesión enseña de nuestra Semana Santa pero, ¿buscamos realmente el significado y el por qué acudimos cada año para rememorar el funeral de alguien que vivió hace dos milenios? Quizás la respuesta no debemos encontrarla en lo que sucede este día sino en lo que ocurrirá en las siguientes horas y que, a veces, a los cofrades parece que se nos olvida.

Paso a paso, la Cofradía junto a nuestras veinticuatro cofradías hermanas, avanza por el recorrido eventualmente preparado que pese a los cambios, no perdió la esencia de transcurrir por los centros de la fe cristiana zaragozana. Y tres horas después, retornábamos a nuestra Parroquia consumidos y extenuados como la cera de nuestras velas, pero satisfechos por haber cumplido un año más con el deber de manifestar públicamente nuestra fe y de sentirnos continuadores de una tradición transmitida de generación en generación.

Tras los honores recibidos por las matracas de la Cofradía del Santísimo Ecce Homo y el trepidante pero armonioso toque de la sección de instrumentos, tan excelentemente preparado este año, nuestros Sagrados Titulares se recogen por última vez en San Felipe traspasando el umbral de nuestra esperanza. Esperanza de saber que esto no es el final de nada sino el principio de todo. Esperanza de volver al año que viene con ilusiones renovadas.

Es el momento en el que la plaza se inunda de abrazos y de flores, de esos más de mil claveles y anturios rojos y ese otro medio millar de rosas blancas que, un año más, con tanta delicadeza y pasión volvió a colocar Héctor Toral en nuestros y que, como manda la tradición, fueron repartidas ordenadamente entre todos los hermanos de la Cofradía, con el fin de que acompañen, aunque sea efímeramente, a aquellos hermanos y familiares enfermos como muestra de amor fraternal siendo también tierno memento para nuestros difuntos.

Fotografías cedidas a la Cofradía para su publicación por Óscar Cubero Perales, David Beneded Blázquez, Mario Gambra López y Sergio Herrero Barco.