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Fotografía principal: imágenes de los dos apóstoles presidiendo la medalla central del Altar Mayor de la Parroquia, obra de Ramírez Arellano (fotografía de David Beneded). Fotografías secundarias: imagen de San Felipe, obra de Pedro Franco, en la fachada de la Parroquia de San Felipe (fotografía de David Beneded); busto ornamental de San Felipe propiedad de la Parroquia  (fotografía de Alfonso García de Paso); imagen de Santiago el Menor, obra de Pedro Franco, en la fachada de la Parroquia de San Felipe (fotografía de David Beneded).

Nuestra Cofradía, en agradecimiento por el apoyo recibido por la Parroquia de San Felipe y Santiago el Menor y como muestra de nuestra total implicación en la vida parroquial, quiso incorporar a sus titulares, los apóstoles Felipe y Santiago el Menor, como Santos Patrones.

San Felipe figura en quinto lugar en las listas de los doce Apóstoles [1] señalando expresamente los Evangelios que «era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro» (Jn 1, 44). Posiblemente estuviera entre los que rodeaban a Juan el Bautista en Betania cuando éste señaló por primera vez a Jesús como el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, ya que al día siguiente de la llamada de Pedro (quién a su vez se unió a Jesús un día después de hacerlo su hermano Andrés), y cuando estaba a punto de partir para Galilea, Jesús se encontró con él y le llamó al Apostolado con las palabras, «Sígueme» (Jn 1, 43). Felipe le obedeció, y poco después llevó a Natanael (también llamado Bartolomé) como nuevo discípulo de «aquel de quien escribieron Moisés en la ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret» (Jn 1, 45-48).
 
Considerado el intermediario de Jesús con el mundo griego (su propio nombre es de origen griego, “Philos-hipos”, que significa “amigo de los caballos”), el de las “relaciones abiertas”, tiene varias intervenciones significativas en el Cuarto Evangelio, apareciendo en tres de los episodios del magisterio de Jesús: dirigiéndose a Jesús para preguntarle sobre la comida de la multitud (cf. Jn 6, 5-7), cuando en Jerusalén se le acercaron unos griegos que querían ver al Mesías (cf. Jn 12, 21-22) y durante la Última Cena (cf. Jn 14, 8-9) en donde una pregunta suya da la ocasión a Jesús para hacer una importante revelación sobre sí mismo, afirmando que «quien me ha visto a mí, ha visto al Padre».
 
Tras su mención junto con los demás apóstoles a la espera de Pentecostés, ya nada sabemos con certeza acerca de su vida, siendo incluso confundido por la tradición con Felipe el Evangelista, unos de los siete diáconos escogidos por los apóstoles (cf. Hch. 6, 3-6) que se estableció en Cesarea (cf. Hch. 21, 8-9).
 
La tradición del Siglo II encontrada, fundamentalmente, en los llamados “Hechos de Felipe”, lo presentan como evangelizador en Escitia y Frigia, situando su tumba en Hierápolis [2]. Entre las numerosas historias legendarias relatadas en estos escritos apócrifos se narra el martirio del apóstol en presencia de Bartolomé y de su hermana Mariamna, siendo crucificado sobre una cruz hacia abajo y, posteriormente, también lapidado.
 
Suele ser representado llevando una cruz commissa (en forma de "T"), instrumento con el que, según la tradición, obró durante su vida numerosos milagros. Porta también una cruz de plata, como símbolo de la Santa Madre Iglesia, manto azul y su credo alude: "Creo que ha de venir a juzgar a vivos y muertos".
 
Por su parte, Santiago (en castellano, contracción de Santo y del hebreo “Jacob”), hijo de Alfeo, es nombrado en noveno lugar en las listas de los Apóstoles [1]. Apodado “el Menor” (cf. Mc 15, 40) probablemente porque era de baja estatura y para distinguirlo del otro Santiago (el hijo de Zebedeo y hermano de Juan), es identificado también como el hijo de una María (cf. ib.) que podría ser la “María de Cleofás” presente al pie de la cruz juntamente con la Madre de Jesús (cf. Jn 19, 25).
 
Según la tradición de la Iglesia occidental este Santiago es el mismo que el llamado «hermano del Señor» [2]. Ilustrado, culto y buen conocedor de las escrituras, es el hombre de la tradición que guarda las enseñanzas de los antepasados y de las prácticas judías pero también el comprometido con el mensaje de Cristo.
 
Por todo ello, tiene reservado un papel fundamental en los primeros años del cristianismo ya que es el mencionado por San Pablo como «columna de la Iglesia» junto a Pedro y Juan (cf. Gal. 2, 9); el que quedó al cargo de la Iglesia de Jerusalén y, por lo tanto, fue su primer obispo (cf. Gal. 1, 19); el que interviene en el concilio de Jerusalén del año 50, contribuyendo a integrar la dimensión judía originaria del cristianismo con la exigencia de no imponer a los paganos convertidos la obligación de someterse a todas las normas de la ley de Moisés (cf. Hch. 15, 1-29); el Santiago a quien, según San Pablo, se apareció el Señor Resucitado (cf. 1 Cor. 15, 7); y con el autor [4] de la “Epístola de Santiago”, la primera de las “Cartas Católicas” (no destinadas a una sola Iglesia particular) incluidas el canon del Nuevo Testamento, dedicada “a las doce tribus de la dispersión” y que contiene una serie de normas morales inspiradas en los libros sapienciales pero desarrolladas bajo un ambiente espiritual propio del sermón de la Montaña.
 
A estos datos bíblicos, se suman otros de carácter histórico como los narrados por los historiadores Flavio Josefo (“Antigüedades judaicas” 20: 9, 1) y Eusebio de Cesarea (“Historia Eclesiástica” 2:23) sobre su vida y muerte, atestiguando que era llamado “el Santo”, “el Justo” y “el que intercede por el pueblo” y que era sumamente admirado, llevando a muchos judíos a creer en Jesús, movidos por sus palabras y su buen ejemplo. Virtudes que, desde luego, no agradaban al Sanedrín, motivando que el sumo sacerdote Anano (hijo del Anás que aparece en los Evangelios), aprovechando el intervalo (sobre el año 62) entre la muerte del procurador romano en Judea, Porcio Festo, y la llegada de su sucesor, Albino, ordenara su apresamiento al ser acusado de haber transgredido la ley. Condenado a que fuera arrojado desde lo más alto del Templo de Jerusalén, fue posteriormente lapidado, al no perecer directamente del golpe, y, finalmente, rematado por un batanero que le aplastó el cráneo de un mazazo.
 
Este episodio le valdría el principal atributo, la maza de batanero, con el que habitualmente es representado, aunque en otras ocasiones lo hace también con un libro (a causa de ser autor de una Epístola canónica) o con ornamentos episcopales (por considerárselo primer Obispo de Jerusalén), aludiendo su credo “Creo en el Espíritu Santo”.
 
Los motivos de que ambos apóstoles compartan fiesta el 3 de mayo no guardan relación con las circunstancias de sus vidas, sino con el lugar en donde se encontraban sus reliquias, la Basílica Julia en Roma, actualmente conocida como la “Iglesia de los Doce Apóstoles”. Edificada por orden del Pontífice Julio I (337-352) y remodelada en el siglo VI durante el pontificado de Pelagio I, a ella fueron trasladadas las reliquias de ambos apóstoles.
 
Muchos siglos después, en 1873, y tras la destrucción del templo, fue descubierto bajo el altar mayor un relicario del siglo VI, conteniendo restos de dos esqueletos, de los que un trozo de diente encajaba perfectamente con otro resto de diente en la reliquia de la cabeza de Santiago que se conservaba en la catedral de Ancona, por lo que se determinó que si uno de los cuerpos era de Santiago, el otro tenía que ser de Felipe. Al haberse producido la consagración de esa iglesia durante un 10 de mayo, esa pasó a ser la fiesta común de ambos apóstoles, trasladándose desde la reforma del calendario litúrgico promovida por Pablo VI en 1969 a la fecha del 3 de mayo en que se celebra actualmente.

Notas de Referencia:

[1] Las listas aparecidas tanto en los Evangelios Sinópticos (cf. Mt. 10, 1-4; Lc. 6, 12-16 y Mc. 3, 13-19) como en los Hechos de los Apóstoles (1, 13) varían ligeramente entre sí respecto al orden en el que se nombran los doce apóstoles, pero coinciden en todos ellos desde el quinto, Felipe, al noveno, Santiago, hijo de Alfeo.

[2] En su carta a San Víctor, escrita hacia 189-198, el obispo Polícrates de Éfeso menciona entre las “grandes lumbreras”, a quienes el Señor buscará “el último día”, a “Felipe, uno de los Doce Apóstoles, que está enterrado en Hierópolis con sus dos hijas, que llegaron vírgenes a la vejez”, y una tercera hija, que “llevó una vida en el Espíritu Santo y descansa en Éfeso”.

[3] El Santiago que figura a la cabeza de la lista de los “hijos de María”, y junto a José, Judas y Simón, “hermanos de Jesús” (cf. Mt 13, 55; Mc 6, 3), se mostró incrédulo hacía el Señor durante su vida (cf. Jn 7, 5) y aprensivo hacia su comportamiento (cf. Mc 3, 21, 31), aunque vino a ser discípulo tras su resurrección (cf. Hch 1, 14). La cuestión de su parentesco con Jesús ha sido siempre causa de controversias, incluso en nuestros días como expresó Benedicto XVI en la Audiencia General del 28 de junio de 2006, presentándose diversas teorías para afirmar que el término “hermano” es utilizado siguiendo la costumbre semítica por la que se denominan así a los que provienen de una misma ascendencia (primos, tíos y sobrinos). El Antiguo Testamento indica que Abraham llamaba "hermano" a Lot (cf. Gn 13, 8; Gn 14, 16), pero Lot era hijo de Harán, hermano de Abraham (cf. Gn 11, 27; Gn 12, 5).

[4] También se relaciona su autoría con el escrito apócrifo conocido como “Protoevangelio de Santiago”, en donde se exalta la santidad y la virginidad de María (relatando extensamente su adolescencia y el nacimiento e infancia de Jesús). Pese a que en una nota final aparece «Y yo, Santiago, que he escrito esta historia en Jerusalén cuando estallaron alborotos con ocasión de la muerte de Herodes, me retiré al desierto hasta que se apaciguó el motín, glorificando al Señor, mi Dios, que me concedió la gracia y la sabiduría necesarias para componer esta narración», estudios sobre la actual forma del texto han determinado que no puede ser obra de un solo autor, puesto que, además de que el hilo narrativo aparece truncado en varias ocasiones, los incidentes sobre la muerte de Zacarías y de la fuga de Juan Bautista fueron añadidos posteriormente. 

Licencia Creative Commons El texto "San Felipe y Santiago el Menor" creado por David Beneded Blázquez para www.jesusdelahumillacion.org, se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 3.0 España. Zaragoza, 2007-207.

Fotografía principal: imágenes de los dos apóstoles presidiendo la medalla central del Altar Mayor de la Parroquia, obra de Ramírez Arellano (fotografía de David Beneded). Fotografías secundarias: imagen de San Felipe, obra de Pedro Franco, en la fachada de la Parroquia de San Felipe (fotografía de David Beneded); busto ornamental de San Felipe propiedad de la Parroquia  (fotografía de Alfonso García de Paso); imagen de Santiago el Menor, obra de Pedro Franco, en la fachada de la Parroquia de San Felipe (fotografía de David Beneded).