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Fotografía principal: inscripción con el nombre de la Parroquia situada en la fachada principal del templo (fotografía de David Beneded). Fotografías secundarias: aspecto del interior de la Parroquia en el año 1937 con las características rejas que separaban el altar y que fueron retiradas tras las reformas litúrgicas impuestas por el Concilio Vaticano II (fotografía de Manuel Coyne – Archivo Histórico Provincial de Zaragoza); la Parroquia de San Felipe junto a la Torrenueva a final del siglo XIX (fotografía de Estudio Coyne – Archivo Histórico Provincial de Zaragoza); escultura de la “Vendimiadora” de Pablo Gargallo situada en la Plaza de San Felipe en su confluencia con la calle Candalija (fotografía de David Beneded).

La Iglesia de San Felipe y Santiago el Menor es una de las comunidades parroquiales más antiguas y relevantes de nuestra ciudad. Leyendas “constantinas” al margen, el origen de su existencia hay que buscarlo a raíz de la reconquista de Zaragoza por las tropas de Alfonso I "el Batallador" en 1118 con la que se inició el proceso de cristianización con la reconversión en iglesias de las mezquitas de la medina islámica así como a la construcción de nuevos templos durante los siglos XII y XIII.

La primera referencia documental de la existencia de la Parroquia aparece en la Concordia sobre las Iglesias de las Santas Masas y de San Gil de la ciudad de Zaragoza, hecha entre Bernardo, Obispo Cesaraugustano, y Dodón, Obispo de Huesca, en el año 1145. Casi un siglo después, consta en el Cartuario Mayor de La Seo (fol. 122), que “Sancho de Felipe dejó dos casas en 1228 para la fábrica del hospital particular de la Parroquia de San Felipe” [1] y en 1259, con la constitución por el obispo Arnaldo de Peralta de la ermita de la  entonces “Población del Rey” (también conocido como barrio de San Blas) en Parroquia bajo la titularidad de la “Conversión de San Pablo” (actual Parroquia de San Pablo Apóstol), ya aparece como circundante a la misma junto a San Gil, Santa Engracia y Santa María la Mayor [2]. También con fecha 25 de febrero de 1272, D. Jaime I, rey de Aragón, concede absolución general a los vecinos de la Parroquia de San Felipe que incurrieron en penas por abrir, sin permiso real, una puerta en la muralla de piedra. [3]

Situado su acceso en la actual calle Gil Berges, uno de sus flancos da a la Plaza de San Felipe, junto al Palacio de los Condes de Argillo, la Casa Fortea y a la derruida Torre Nueva [4]. Zona de la ciudad, que antaño fue conocida como “la “mozarabía”, el barrio más extenso y poblado, pronto comenzó a tener especial relevancia en la organización diocesana. De hecho, en 1311 ostentaba ya el privilegio de parroquia mayor puesto que así figura en una cédula del rey Jaime II el Justo referente a la elección de jurados en juntas parroquiales de la ciudad [5]. Así mismo su cruz parroquial ocupaba en las procesiones solemnes el tercer lugar, tras la catedralicia de San Salvador y la de San Pablo.

El primitivo templo.

Aunque las características del templo son poco conocidas, si que se tiene la certeza que, obviamente, era bastante más pequeña que la que sería construida posteriormente, que terminaba en el rejado del presbiterio y que tenía el altar mayor donde ahora está el atrio y la sacristía en el solar de la actual capilla de San Antonio. Entre los altares existentes, destacaban sobre manera los ejecutados en 1393 por el pintor Abraham de Salinas dedicados a San Juan Evangelista y a San Mateo [6]. También, y como era habitual hasta hace pocos siglos, se encontraba adosado a su cabecera el “fossar” o cementerio. E incluso, en los inicios del siglo XIV y gracias a la generosidad de Aznar de Bornat que legaba en su testamento un “cellero” (granero), pudo fundar un hospital propio para los feligreses [7].

A principios del siglo XVI, la Parroquia emprende su primera gran renovación, con la realización de nuevos altares. Especialmente importantes fueron los trabajos realizados por Juan de Moreto, primero en 1524 junto al pintor Sancho Villanueva en la ejecución del altar de San Miguel y, poco después, en el gran altar mayor junto a Juan de Picart.

La Parroquia siempre estuvo presente en los principales acontecimientos que vivía la ciudad durante la baja edad media, precisamente al ubicarse en uno de los más importantes centros económicos, políticos y, por su puesto, religiosos. De esta manera no es de extrañar que participase, como se desprende del “Libro de Primicias de Bartolomé de Albero” conservado en el archivo parroquial, en las celebraciones populares, rogativas o en momentos tan relevantes como en los actos desarrollados durante la estancia del Papa de Avignon Benedicto XIII (Pedro Martínez de Luna) en 1411, su designación como una de las siete iglesias de la diócesis para ganar las estaciones de Roma con motivo de la visita a Zaragoza en abril de 1522 del pontífice electo Adriano VI o la celebración en 1591 de los funerales por el Justicia de Aragón, D. Juan de Lanuza.

Ya en estos tiempos, cobraban especial relevancia las cofradías asentadas en la Parroquia y que tenían capilla o retablo propio para el culto de sus titulares. Además de que en 1316 ya se conoce la existencia de una cofradía bajo la titularidad de San Felipe, también se tienen noticias desde mediados del siglo XIV de las dedicadas a San Miguel, San Martín y San José o las hermandades gremiales de Colchoneros y Notarios de Número.

Pero si hay alguna cofradía con gran tradición en la Parroquia esa es la Archicofradía del Santísimo Sacramento, más conocida popularmente como de la “Minerva”. Agregada en 1573 por el papa Gregorio XIII a la establecida en la Iglesia de “Santa María sopra Minerva” en Roma (de ahí su sobrenombre) estaba dedicada al culto y glorificación de la Eucaristía promoviendo, entre otras devociones, la adoración de las cuarenta horas, y organizando una solemne procesión sacramental cada viernes de la infraoctava del Corpus en la que portaban la excepcional custodia de “asiento” ejecutada en 1586 en plata con proporción sexquialtera de 3/5.

No sería esta la única pieza valiosa que poseyera la Parroquia por aquel entonces ya que aparecen, como consta en el inventario que recibe el 12 de junio de 1623 don Alonso Lucas de Villalpando (nuevo primiciero de la Iglesia) de su predecesor Ferrando de Paredes, el renacentista busto-relicario de Santa Indulta en plata blanca, el relicario de San Felipe con su “pedestral” de plata, amén de numerosos enseres de plata (cruces, relicarios, candeleros, incensarios, cálices, patenas) así como todo tipo de vestiduras sagradas (ternos, casullas y capas), frontales de altar, paños de facistol y manteles con ricos bordados en terciopelo, raso y damasco. [8]

No obstante, y sin lugar a dudas, uno de los sucesos más extraordinarios acaecidos en el antiguo templo y que fue fundamental en el posterior devenir de la Parroquia fue el hallazgo de la imagen del Ecce Homo. El mismo se produjo tras la decisión tomada por el Reverendo Capítulo de Beneficiados de la Iglesia de San Felipe de adecentar el viejo retablo mayor, descubriéndose en los trabajos realizados entre 1681 y 1685, en una hornacina del tercer cuerpo velada por las telarañas, una hermosa efigie de Cristo que durante más de dos siglos permaneció olvidada. Fue tal el impacto del descubrimiento que numerosos parroquianos, encabezados por la esposa del sacristán, la devota María Herrer, se apresuraron a bajarlo de aquellas alturas e instaron para que se le dedicase capilla propia. [9]

La construcción del nuevo templo.

Debido al importante incremento del número de feligreses de la Parroquia (la mayoría con una alto poder adquisitivo y una elevada posición social), a la devoción suscitada por tan magno hallazgo y coincidiendo, también, con el momento esplendoroso de auge constructivo en la capital del reino de Aragón con el inicio de obras tales como la torre de La Seo, la Real Capilla de Santa Isabel de Portugal o las reconstrucciones del Pilar, Santiago y San Nicolás de Bari, se determinó levantar un nuevo templo en el mismo solar pero con mayores proporciones.

Para esta iniciativa, que contó con el calor popular y las generosas aportaciones económicas de la aristocracia zaragozana encabezadas por los marqueses de Villaverde, se buscaron distintos modelos arquitectónicos, solicitándose proyectos a los principales maestros de Zaragoza, siendo el escogido para conferir el cargo de maestro mayor de la fábrica el acreditado arquitecto, y también parroquiano de San Felipe, Miguel Ximénez.

El 22 de septiembre de 1685 se trasladó el Santísimo Sacramento y el Ecce Homo a la casa del conde de Guara, don Artal de Azlor, comenzando la demolición del templo antiguo el 3 de noviembre de 1685 y procediendo el 21 de enero de 1686 a la colocación de la primera piedra angular en el cimiento de la torre que da a la plaza. Tal fue la frenética actividad con que siguió la fábrica que se dio por terminada el 20 de octubre de 1691, día en que se celebró la solemne bendición presidida por el Arzobispo de Zaragoza, Monseñor Antonio Ibáñez de la Riva Herrera.

Transcurrida esta primera fase, en julio de 1714 se inicia una segunda etapa en la que intervienen como maestros de obras, Francisco Ceballos y Juan Yarza, y por la que el templo adquirió sus dimensiones actuales. La construcción de la capilla mayor, concluida en 1716, se debió en parte al hijo del marqués de Villaverde, quien cedió el solar que ocupan presbiterio, coro y sacristía a cambio de que se le permitiera construir una dependencia que comunicase su palacio (conocido hoy como de los condes de Argillo y actual Museo Pablo Gargallo) con el presbiterio.

Siguieron las obras entre los años 1750 y 1752, con la importante reforma en las naves del interior del templo, auspiciada por los estudios elaborados por el insigne arquitecto real Ventura Rodríguez Tizón, que se encontraba en plena obra de la Basílica del Pilar y que estaba casado con la zaragozana Dª Rita de Garro y Cantería, hija del notario D. Enrique, parroquiano de San Felipe, nieta del célebre platero D. Lamberto y hermana de los sacerdotes Mosén Quintín y Mosén Baltasar de Garro y Cantería, beneficiados y grandes bienhechores de la Parroquia.

En estos trabajos, se procedió a la renovación de las cornisas, bóvedas y ventanas, eliminando la mayor parte de las tallas de hojarasca con que inicialmente Pedro Franco recargó en exceso, permaneciendo únicamente algunos tarjetones de la nave central y los del ábside, por lo que el templo ganó mucho en la limpieza de sus líneas sin perder ni un ápice del carácter barroco de su tiempo. También, en ese tiempo, José Ramírez de Arellano culminó la nueva medalla y las esculturas de los santos titulares para el altar mayor así como la realización de otros altares menores y de las imágenes del apostolado de la nave central. El gasto de tan transcendental reforma lo hicieron los cónyuges Juan Rodrigo y Esperanza Pérez, mercaderes ricos de la calle Nueva del Mercado que, sin descendencia, emplearon su dinero valorado en dos millones de reales, a favor de la Parroquia.

Finalmente, el último tercio de siglo albergó la última fase de las reformas planificadas. Esta vez, bajo la dirección como maestros de obra de Joaquín Gracián y José Asensio, con la colaboración en diferentes fases de los arquitectos Agustín Gracián y Joaquín Insausti, se procedió a la remodelación de la portada y frontis de la fachada, llevada a cabo entre 1774 y 1776,  arreglos del pavimento en 1790 y los trabajos de afianzamiento de los pilares, entre 1795 y 1796.

Notas de Referencia:

[1] Assó y del Río, Ignacio Jordán: “Historia de la economía política de Aragón”. Zaragoza, 1798. Página 325.

[2] Pasamar Lázaro, José Enrique: “Recordando el I Centenario de los Sitios de Zaragoza en la Parroquia de San Pablo” en “Cuadernos de Aragón, 28”. Institución “Fernando el Católico”. Zaragoza, 2004, pág. 384.

[3] Cabanes Pecourt, María de los Desamparados: “Documentos de Jaime I relacionados con Aragón”. Institución “Fernando el Católico”. Zaragoza, 2009. Pergamino original publicado en Canellas, Colección Diplomática, t. I., nº 140, pp. 236/7.

[4] Esta torre civil que se ubicaba en la Plaza de San Felipe fue todo un icono de la ciudad. Construida en 1504 en ladrillo al estilo mudéjar y con una altura de ochenta y cuatro metros que la convertían en el perfecto mirador de Zaragoza,  contaba con la peculiaridad de que estaba inclinada. Esta misma singularidad fue, a la larga, su propia desgracia puesto que el Ayuntamiento decidió en 1892 derruir la “siempre vieja y nunca derecha” (como la llama Benito Pérez Galdós en sus “Episodios Nacionales”) alegando su peligro de ruina pese a la fuerte oposición de gran parte de la población y de los sectores intelectuales de la ciudad. Actualmente, el lugar exacto de la plaza en donde se alzaba la torre es recordado con un enlosado en forma octogonal.

[5] La nómina que figura en la Real Cédula (tan solo siete años antes de que Juan XII decretara, desde su sede pontificia de Avignon, la erección de la Iglesia de Zaragoza como Metropolitana) se compone de las parroquias de San Salvador (La Seo), Santa María la Mayor (Pilar), San Pablo, San Gil, San Felipe, Santa Cruz, San Juan del Puente, Santa María Magdalena y San Jaime (Santiago) como mayores y San Lorenzo, San Nicolás, San Pedro, San Juan el Viejo, San Andrés y San Miguel de los Navarros como menores.

[6] Blasco Martínez Asunción: “Pintores y orfebres judíos en Zaragoza” en “Aragón en la Edad Media, nº8”. Universidad de Zaragoza: Departamento de Historia Medieval, Ciencias y Técnicas Historiográficas y Estudios Árabes e Islámicos, 1989. Pág.116

[7] Auría Labayen, José Ramón: “La parroquia de San Felipe y Santiago el Menor de Zaragoza a principios del siglo XV. Libro de primicias de Bartolomé de Albero, 1410-1413”. “Aragonia sacra 9”, 1994, pág. 7-25.

[8] VV.AA.: “Memoria y inventario de los ornamentos y plata que haya en la iglesia del señor San Phelipe de Çaragoça” publicado en “Las Artes en Aragón en el siglo XVII según el Archivo de Protocolos Notariales de Zaragoza. De 1613 a 1696)” (Institución “Fernando el Católico” y Diputación de Zaragoza, 2006,  pág. 163).  

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Fotografía principal: inscripción con el nombre de la Parroquia situada en la fachada principal del templo (fotografía de David Beneded). Fotografías secundarias: aspecto del interior de la Parroquia en el año 1937 con las características rejas que separaban el altar y que fueron retiradas tras las reformas litúrgicas impuestas por el Concilio Vaticano II (fotografía de Manuel Coyne – Archivo Histórico Provincial de Zaragoza); la Parroquia de San Felipe junto a la Torrenueva a final del siglo XIX (fotografía de Estudio Coyne – Archivo Histórico Provincial de Zaragoza); escultura de la “Vendimiadora” de Pablo Gargallo situada en la Plaza de San Felipe en su confluencia con la calle Candalija (fotografía de David Beneded).