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Fotografía principal: hermano de la Cofradía tocando el bombo durante la “Procesión del Vía Crucis” en su tránsito por la Plaza del Pilar (fotografía de Manuel Pelet). Fotografías secundarias: algunos de los bombos “calandinos” utilizados en la Cofradía (fotografía de David Beneded); detalle de una de las mazas con las que se percute el bombo (fotografía de Pedro Lobera); hermanos de la Cofradía componentes de la Sección de Instrumentos tocando el timbal durante una de nuestras procesiones (fotografía de David Beneded).

Después de la inclusión del tambor llegarían, como acompañamiento para marcar el ritmo y agregar elementos enriquecedores para favorecer la melodía, dos nuevos instrumentos en nuestras procesiones penitenciales: el timbal y el bombo. Sus potentes y secos, a la par que elegantes, sones nos estremecen expresando de forma inigualable el quebranto de la vida y el dolor humano.

Al igual que sucede con otros instrumentos, el timbal llegó a la Península Ibérica a través de la cultura árabe. El primer antecedente lo encontramos a través de un instrumento conocido como "atabal", que construido en madera debió tocarse con una sola baqueta a diferencia del "atambor" que se percutía con dos baquetas. Su presencia en nuestra ciudad aparece en los primeros años de dominio musulmán como nos señala el insigne historiador de Zaragoza Cosme Blasco y Val. De esta manera, menciona el sonido de dos instrumentos en la narración de la toma de Cesaracosta, "...extenuados sus habitantes por la fatiga y el hambre, divisaron con extrañeza un crecido número de gentes y cuando escucharon luego el sonido de los atabales de Muza, contestado por el eco guerrero de los añafiles (trompetas moriscas) de Tarik". Ya conquistada y bajo el nombre de "Sarkosta", hacia el año 755 y con motivo de la visita del gran califa Abderramán I se prepararon grandes fastos saliendo a recibirle una comitiva encabezada por "el pendón de la ciudad y llevando a sus lados los atabales y añafiles de la misma sobre briosos mulos con caparazones de terciopelo" [1].

Posteriormente, en el siglo XIII, se introduciría en Europa otro instrumento provinente de los "naqqâra" árabes que los cristianos trajeron de Oriente durante las cruzadas, que tenían unas dimensiones modestas con forma de cazos de cobre sobre los cuales se extendía un parche tensado por un cordaje, siendo tocados siempre por pares. Hacia mediados del siglo XV, surgirían los "grandes calderos", timbales procedentes de Hungría que rápidamente se establecerían en las Cortes reales sufriendo en años sucesivos importantes modificaciones basadas en el método oriental para estirar las membranas de piel mediante cuerdas, aplicándose llaves para su afinación, permitiendo variar el tono convirtiéndolos en los únicos membranófonos que pueden producir notas definidas.

Asociados a las paradas de caballería, la forma más habitual de hacerlos tañer era yendo el "atabalero" o "timbalero" en cabalgadura, soportando el caballo el par de timbales, uno a cada flanco en un conjunto brioso y bizarro. Así precisamente, lo encontramos en la propuesta "Christum Regem" elaborada por Emilio Fortún y Sofi para la modificación del orden procesional del Santo Entierro zaragozano convocado en 1909 por el Sindicato de Iniciativas de Aragón donde señala que tras las Vexilas y precediendo al primer paso "La Muerte" figurará "un timbalero ecuestre con dalmática morada; calzón, medias y zapatos del mismo color; cuerpo de seda negro; la montura y timbales recubiertos de paños negros, con franjas moradas y bordados en color oro viejo", apostillando en la propia lámina en donde se representa un boceto de la propuesta "Timbalero ecuestre a la antigua usanza, dando a entender que fue ya de nuestros antepasados rendir culto a la memoria del Salvador del Mundo". [2]

Pronto los timbales comenzaron a formar parte de las comitivas de las grandes solemnidades de la ciudad. De esta manera, en el Estatuto sobre la Festividad de la Señora Santa Engracia de 26 de abril de 1480 ya se hace constar que "los Jurados de la Ciudad acompañados del Capítulo y Consejo de otros ciudadanos, os cuales hagan clamar con trompetas, atabales y tamborinos a la Iglesia de Santa Engracia al oír las vísperas (15 de abril) y el día siguiente a Misa con la Procesión acostumbrada que la ciudad hace en cada un año aquel día".

Del año 1511 es la primera noticia existente de estos músicos trompetas y atabaleros de los arzobispos de Zaragoza, encontrándonos con ellos en la larga lista de músicos acompañantes de la procesión del Corpus de 1513 encontramos diversos así como en las principales manifestaciones de carácter religioso como las procesiones de Nuestra Señora del Portillo, el Ángel Custodio, San Gregorio, San Pablo o la festividad de la Minerva de la Parroquial de San Felipe, siendo a partir de 1549 cuando la Ciudad "teniendo trompetas ordinarios a su servicio, y habiendo asimismo contratado de manera estable una copla de ministriles polifónicos para su servicio, los jurados quisieron también tener un atabalero fijo, en vez de ir contratando uno distinto para cada acto o procesión en que era obligada su intervención". [3]

Quedaban organizados así los clarines y timbales del Excelentísimo Ayuntamiento de Zaragoza que desde entonces perdurando hasta nuestros días tienen "obligación es asistir con sus libreas de terciopelo carmesí a todas las Fiestas, procesiones, bandos y demás funciones públicas a que asiste la Ciudad y van delante, tocando de rato en rato dichos clarines y timbales, para que conozca el Pueblo va allí la Ciudad". [4]

En el Archivo Municipal se conserva una Libreta que contiene varias piezas para el uso de estos músicos recuperada por Manuel Jurado el 24 de julio de 1842 [5] y que contiene 68 marchas para trompetas o clarines y timbales entre las que se encontraban la "Marcha del Rey Don Juan II de Aragón" o "Marcha de la Ciudad" todavía interpretada hoy para saludar al Ayuntamiento y el paso de la corporación municipal por las calles. También se encontraba la llamada "Marcha de los Reyes de Aragón", marcha que hoy en día se interpreta al iniciarse la "Procesión del Santo Entierro" además de la catalogada con el número 49 bajo el título "Marcha para el Viernes Santo" que interpretaban los timbaleros del Ayuntamiento de Zaragoza que tomaban parte de la citada procesión tras la Cama del Señor y el Palio según se desprende del orden procesional de 1913. Orden en el que también se aprecia que no son los únicos timbales que participan puesto que, precediendo al paso estrenado ese año de la "Oración del Huerto", se ubicaban "timbales tocando marchas fúnebres, en señal de dar principio a la representación de los misterios de la Pasión de Jesús". [6]

Con la participación de las "bandas de guerra" en la procesión del Santo Entierro y en las procesiones surgidas a raíz de la fundación de las nuevas cofradías y hermandades filiales de la Hermandad de la Sangre de Cristo, comienzan a escucharse junto a cornetas y tambores unos membranófonos cuyas características se asemejarían más a estos últimos que a los timbales utilizados en las orquestas, poseedores de un diámetro similar al tambor pero de superior longitud que recibirían también el nombre de "timbal".

Este modelo de timbal difiere fundamentalmente en el modo en que es tocado, ya que en éstos, el parche superior se percute con una única maza teniendo una medidas estandarizadas de 40 cm. de diámetro y 50 cm. de altura aproximadamente. Los parches son de piel, el cuerpo es de panel y los aros de madera. La sujeción de éstos y el tensado se lleva a cabo por ocho varillas ajustadas mediante palomillas, ubicadas siempre en la parte inferior.

Sería a partir de 1945, cuando la Cofradía de la de las Siete Palabras y de San Juan Evangelista adquiriría los primeros timbales para su "Sección de Tambores", tal como lo atestigua el Acta del Capítulo de Hermanos celebrado el 18 de marzo de 1945, en donde el Hermano Mayor Jorge Emilio Lasala y el Capellán, Mosén Francisco Izquierdo, se felicitan por el aumento de tambores (llegando a la cifra de 32) así como de la adquisición de dos timbales [7].

Incorporado junto a los tambores en las secciones instrumentales que fueron fundándose en el seno de las cofradías y hermandades zaragozanas a partir de 1953, su popular arraigo en la Semana Santa de Zaragoza viene dado principalmente por la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad y del Santo Sepulcro al crear en 1964 una sección instrumental integrada exclusivamente por hermanos que tocaban este instrumento y que sustituyera la participación del grupo de capilla conocido popularmente con el sobrenombre de "los malditos", compuesto por fagotes, chirimías y caja que durante muchos años acompañó la procesión interpretando piezas originales creadas por el maestro Ángel Mingote Lorente.

A los dieciocho cofrades que participaron en la madrugada del Jueves al Viernes Santo de ese año, se unieron un amplio número en años sucesivos, lo que imprimió a sus procesiones un sonido muy característico, ronco y hondo, con continuas alternancias en el toque entre los timbales de cada una de las dos filas en las que, a semejanza de la sección de hachas, se disponían dentro del orden procesional aunque, en la celebración del Vía Crucis por las calles del Boterón se colocaban delante y detrás del "Cristo del Refugio" (o de "la Piedad") [8]

Tras unos años, en donde el bombo cobra un protagonismo relevante relegando a un segundo plano al timbal, en la actualidad está reviviendo momentos álgidos, al ser incorporado en los “piquetes de honor”.

A partir de 1969, se incorporaría también en las secciones instrumentales el uso del bombo. La Real Cofradía del Prendimiento del Señor y Dolor de la Madre de Dios incluyó en su “Sección de Tambores” tres instrumentos realizados de manera totalmente artesanal por Juan Antonio López Oroz, con tablas de cedazo reforzado con contra-arco y unido por varillas metálicas cortadas de un timbal, y que fueron conocidos popularmente con el término de “paelleras”. También, siguiendo la senda de la innovación, durante estos años se probó a introducir bombos procedentes de antiguas baterías, con parches de plástico y adaptados para su uso procesional.

Sin embargo, estos bombos poco tienen que ver con los que actualmente se utilizan en las secciones instrumentales de nuestra Semana Santa, los populares “calandinos, y que es posiblemente, el instrumento que mejor representa el quebranto de la vida y del dolor humano.

Aunque de origen incierto, se tiene constancia de la presencia de los primeros bombos en Hijar a finales del siglo XIX. En la documentación escrita y gráfica del primer tercio del siglo XX corrobora el hecho de que ya se encuentra muy extendido el uso junto al tambor. Así, en el reportaje aparecido en 1927 en "Aragón, revista gráfica de cultura aragonesa" se publican diversas fotografías realizadas por el famoso fotógrafo Juan Mora Insa en donde se ve un nutrido grupo de estos instrumentos tal y como reseña en el artículo anexo Luís Monzón "en el momento de oírse la primera campanada, 400 tambores y 25 ó 30 bombos enormes, manejados por recias manos acostumbradas al áspero manejo de la azada, rompen a tocar". Imágenes que se repiten en las cintas filmadas entre 1925 y 1927 por Antonio Tramullas y por el propio Juan Mora, ésta última por iniciativa del S.I.P.A. [9]

En otras localidades bajoaragonesas como Albalate del Arzobispo, el grupo formado por José Gasco Nogués, Manuel Gálvez Meseguer, el ebanista Pellicero y algunos más comenzaron a tocar con unos 15 tambores y dos bombos, cifra incrementada en 1932 donde ya eran alrededor de 30 tambores y 6 bombos. [10]. Mientras, en Calanda no es hasta 1940 cuando se incorpora el bombo como acompañamiento del redoble de tambores. Localidad ésta de la que tomaría su nombre el modelo de bombo no por ser el lugar más antiguo o de mayor tradición sino por estar mayoritariamente fabricados allí.

Este modelo de bombo es un instrumento de grandes dimensiones que se cuelga del hombro, de tal manera, que el parche sobre el que se golpea quede en posición horizontal y no en vertical como convencionalmente se coloca en las bandas de música. El cuerpo es de panel (aunque en algunos modelos encontramos la utilización del cartón-piedra) en cuyos extremos superior e inferior se colocan los aros de madera que llevan unos orificios por donde pasa la cuerda de cáñamo con la que se tensa sirviendo, como en el tambor, para fijar los parches. Éstos son de piel natural, habitualmente de ternera o de cabra, emparchadas y cuajadas para montar y desmontar con mayo facilidad, teniendo un diámetro aproximado de unos 90 cm.

Es percutido por un maza consistente en un mango de madera cuyo extremo es recubierto de piel o fieltro siendo, además, el único instrumento que en nuestra Semana Santa van sin estar cubierto por "gala" tanto la caja como los aros suelen ser pintados con los colores corporativos de cada cofradía, en nuestro caso, blanco la caja y negros los aros.

El bombo se importaría definitivamente en la Semana Santa de Zaragoza por la Cofradía de las Siete Palabras. Asiduos participantes al Concurso de Tambores y Bombos de la Villa de Hijar desde 1966, en donde el bombo se había integrado ya en la práctica totalidad de las cuadrillas, pronto contactarían con Tomás Gascón Virgos, amigo íntimo de Luís Buñuel con una intensa trayectoria como artesano fabricante de tambores (autor de modelos tan exitosos como el "38" o el "Maradona") que le han valido múltiples reconocimientos como la distinción de "Tambor Noble" que concede la Ruta del Tambor y del Bombo del Bajo Aragón.

De esta manera, en el Capítulo de San Juan que la Cofradía celebraría el 28 de diciembre de 1969, el entonces Delegado de la Sección, Fernando Gómez Barea, informaba que habían adquirido los tres primeros bombos gracias a la intermediación de Mariano Biu. Y así, el Viernes Santo de 1970 quedarían integrados en el orden procesional que ya contaba con 150 instrumentos en filas de cinco en fondo (con cuatro tambores y un timbal por cada una de ellas) y dividida en dos grupos que quedarían separados por los bombos. [7]

Expuesto durante toda la Cuaresma uno de ellos en los escaparates de la tienda "Biu Musical" en la zaragozana calle de Espoz y Mina pronto otras cofradías y hermandades tomarían interés en poder incorporar este instrumento a sus secciones. La Cofradía del Señor Atado a la Columna anunciaba a través del programa de actos de la Semana Santa de 1972 que este año "se incrementa la Sección con 10 auténtico bombos calandinos, por lo que solicitamos nuevas inscripciones", concretándose los detalles en la reunión mantenida el 1 de marzo del citado año en el Salón de Conferencias del Colegio de los Hermanos Corazonistas. Ese mismo año, también saldrían por vez primera cuatro bombos en las procesiones de la Cofradía de Jesús Camino del Calvario, adquiridos también en el taller de Tomás Gascón y comprando un quinto al año siguiente [11].

Un año después, en 1973, la Cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén adquiría en La Puebla de Hijar tres bombos que saldrían procesionalmente en la mañana del Domingo de Ramos de ese mismo año, número que incrementarían gracias a la hucha que se pasaba durante los ensayos que realizaban en el Polígono de Cogullada [12]. De similar forma, la Cofradía de la Institución de la Sagrada Eucaristía "hizo una derrama de 300 pesetas entre los 40 componentes de la sección para reunir las 12.000 pesetas que costaron los tres primeros bombos grandes" [13] incorporándose sucesivamente en otras secciones instrumentales como la de la Hermandad de San Joaquín y de la Virgen de los Dolores o la Cofradía del Descendimiento de la Cruz y Lágrimas de Nuestra Señora. En ésta, además se agregaría otra novedosa iniciativa consistente en sustituir la prenda de cabeza, de capirote a tercerol, en los hermanos que tocaban este instrumento debido al inmenso tamaño y el extraordinario peso que tenían los primeros bombos, características que propiciaron que fueran conocidos popularmente con el sobrenombre de "matapersonas" o "armarios".

Notas de referencia:

[1] Blasco y Val, Cosme: "Historia de Zaragoza". Establecimiento Tipográfico de C. Miró y Compañía. Barcelona, 1878. Pág. 86-101

[2] Véase García de Paso Remón, Alfonso y Rincón García, Wifredo: "Jesus Nazarenus, Rex Judaeorum. El Proyecto para la Reforma de la Procesión del Santo Entierro de Zaragoza en 1910". Asociación para el Estudio de la Semana Santa. Zaragoza, 2011. Pág. 88-90

[3] Calahorra Martínez, Pedro: "Música en Zaragoza. Siglos XVI - XVII. 2 Polifonistas y Ministriles". Institución Fernando el Católico. Zaragoza, 1978. Pág. 265-279

[4] "Políticas Ceremonias de la Imperial Ciudad de Zaragoza, recopiladas de Su Orden por Lamberto Vidal, Secretario de dicha ilustrísima Ciudad"- Año 1717 - Impreso en Zaragoza por Pasqual Bueno, Impressor de su Majestad y de esta Augusta Ciudad de Zaragoza. Pág 68.

[5] Véase "Libreta que contiene varias piezas para uso de los músicos que tiene el Exmo. Ayuntamiento de esta Capital, perteneciente a Dn. Manuel Jurado. En Zaragoza a 24 de Julio de 1842"; edición facsímil, Zaragoza, 1979.

[6] El orden procesional de 1913 fue publicado por la Hermandad de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo en un folleto explicativo bajo el título "La procesión del Santo Entierro para el presente año 1913 según los trabajos hechos por la Comisión Organizadora nombra a este efecto".

[7] Rabadán Pina, Mariano: “Cincuenta Años de Tambor en la ciudad de Zaragoza”. Cofradía de las Siete Palabras y de San Juan Evangelista, 1996. Pág. 106, 190 y 234.

[8] Reflejado en el programa de actos de "La Piedad" de 1967, anunciando que desde ese año "se omitirán los cantos en cada estación del Vía Crucis, siendo sustituidos por un redoble de timbales".

[9] Ambas filmaciones fueron recopiladas en el trabajo "Semana Santa en Aragón (Hijar, Alcañiz, Zaragoza. Años 1920-1930)" editado en el año 2000 por el Ayuntamiento de Zaragoza, el Ayuntamiento de Alcañiz, el Ayuntamiento de Hijar y el Instituto de Estudios Turolenses.

[10] www.rutadeltamborybombo.com. Ruta del Tambor y del Bombo. Albalate del Arzobispo.

[11] Lasheras Martínez, Gregorio: "Mis años como subjefe, jefe y delegado de la Sección de Tambores". Revista "La Caída", nº 28. Cofradía de Jesús Camino del Calvario. Zaragoza, 2010. Pág. 16

[12] Meléndez Pascual, José María S. y Carrascón Vela, Antonio: "LXXV años de historia en blanco y azul. Cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén, 1938-2013". Zaragoza, 2013. Pág. 84.

[13] Martínez Marco, Enrique: "Eucaristía. Cincuentenario de la Sección de Instrumentos". "Semana Santa en Zaragoza", Revista de la Junta Coordinadora de Cofradías de Zaragoza. Nº 13, marzo 2013, Pág. 22.

 

Licencia Creative Commons El texto "Timbal y bombo, sones de dolor" creado por David Beneded Blázquez para www.jesusdelahumillacion.org, se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 3.0 España. Zaragoza, 2014-2016.

Fotografía principal: hermano de la Cofradía tocando el bombo durante la “Procesión del Vía Crucis” en su tránsito por la Plaza del Pilar (fotografía de Manuel Pelet). Fotografías secundarias: algunos de los bombos “calandinos” utilizados en la Cofradía (fotografía de David Beneded); detalle de una de las mazas con las que se percute el bombo (fotografía de Pedro Lobera); hermanos de la Cofradía componentes de la Sección de Instrumentos tocando el timbal durante una de nuestras procesiones (fotografía de David Beneded).