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Fotografía principal: detalle del “Santo Crucifijo” de la Cofradía (fotografía de Jorge Sánchez). Fotografías secundarias: un hermano de la Cofradía “abrazando” la Cruz In Memoriam durante una de nuestras procesiones (fotografía de Jorge Sánchez); grupo de hermanos de la Cofradía posando ante nuestros Sagrados Titulares (fotografía publicada en Heraldo de Aragón); miembros de la Sección Infantil en el transcurso de una de nuestras procesiones (fotografía de Manuel Pelet).

Formar parte de la Cofradía supone emprender un camino nuevo. Es ir en busca de algo novedoso que cambia nuestras vidas. Y esa novedad sólo tiene un nombre: Jesucristo. Ser miembro de la Cofradía, ser cofrade, es sentir cada día a nuestro lado la presencia amorosa de Jesús y, por tanto, nuestra misión no puede ser otra que descubrirlo en nuestros hermanos, convertirlo realmente en la razón principal de nuestra existencia y dar fe de todo ello con el testimonio de nuestra propia vida.

Antes de pasar a describir la historia, actividades y demás aspectos del funcionamiento y de la vida de nuestra entidad, queremos dar a conocer algunas cuestiones fundamentales que puedan servir para transmitir cual es el auténtico sentido y significado de pasar a formar parte de la Cofradía.
 
¿Qué es una Cofradía?.
Una buena definición de lo que es una Cofradía podría encontrarse en la descripción expuesta en su libro “Cartas a un cofrade” por quien fuera Delegado Episcopal para las Cofradías de nuestra Archidiócesis, Luís Antonio Gracia Lagarda: «una asociación eclesial de laicos, que busca la perfección cristiana de los mismos por medio del culto a un misterio de la Pasión de Jesús, que da origen a un estilo de vida o espiritualidad y que se hace patente como manifestación de fe por medio de un compromiso apostólico-social y por la manifestación religiosa en la Semana Santa». [1]
 
La realidad de la Cofradía se encuentra en el seno de la Iglesia Católica, por lo que, obviamente, tiene un carácter consustancialmente religioso. De hecho, y según el vigente Código de Derecho Canónico, la Cofradía es una “Asociación Pública de Fieles” que, erigida por la autoridad eclesiástica competente, debe tener entre sus fines identificadores la transmisión de la doctrina cristiana en nombre de la Iglesia y la promoción del culto público, de forma especial en la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor mediante procesiones penitenciales durante Semana Santa.

La Cofradía por tanto, y como señala el Cardenal Carlos Amigo, «no es una simple asociación de personas para conseguir unos objetivos más o menos inmediatos. Es una forma de vivir en cristiano, de seguir a Jesucristo, de estar en la Iglesia, de caminar como ciudadanos de este mundo, de sentir el calor de la propia familia. No es solamente una agrupación a la que se pertenece, ni siquiera una serie de actividades religiosas en torno a unas imágenes veneradas. La Cofradía es un espíritu, una vida, una fe, un patrimonio espiritual». [2]
 
El amor, signo distintivo
La Cofradía es esencialmente una comunidad unida por el amor a Dios y a los hermanos. La misma palabra "cofrade" (del latín “cum-frate” = “con el hermano”) habla claramente de fraternidad ya que en la Iglesia creemos que somos hijos de Dios y, por lo tanto, hermanos los unos de los otros.
 
Así pues, el AMOR es el signo distintivo de la Cofradía y es, por tanto, imprescindible para la verdadera vida de la Cofradía que todas las personas que formen parte de la misma se conozcan y estén dispuestas a ayudarse mutuamente.
 
Sin embargo, una Cofradía «no es una simple sociedad de ayuda mutua o asociación filantrópica sino un conjunto de hermanos que, queriendo vivir el Evangelio con la certeza de ser parte viva de la Iglesia, se proponen poner en práctica el mandamiento del amor, que impulsa a abrir el corazón a los demás, de modo especial a quienes se encuentran en dificultades». [3]
 
Benedicto XVI en su primera encíclica “Deus Caritas Est” nos dice que «en Dios y con Dios también amo a las personas que no me gustan o que ni siquiera conozco... Aprendo a mirar estas otras personas no sólo con mis ojos y con mis sentimientos, sino también desde la perspectiva de Jesucristo. Su amigo es mi amigo».
 
El contenido de la espiritualidad de comunión permite prever las consecuencias positivas que debe tener para la Cofradía como tal y para todos sus miembros. Contribuye a hacer que la Cofradía sea realmente una comunidad humana y cristiana presidida por el amor, donde todos se sientan y actúen como hermanos, no sólo por unos vínculos de amistad o de sintonía de objetivos que se pretenden conseguir, sino también y especialmente por los vínculos de la fe, de la esperanza y del amor.
 
Una fe visible y convincente, vivida con autenticidad y manifestada en la fraternidad como signo principal de identidad de nuestra comunidad, de fieles seguidores de Cristo. Y Cristo, se hizo hombre, para mostrar a los hombres el amor del Padre y su deseo de hacer de todos una gran familia, una comunidad de hijos en el amor.
 
Cristo, fundamento de nuestra vida.
Es incuestionable que en la vida de una Cofradía, como se muestra en esta misma web, hay numerosos aspectos significativos que exigen mucha dedicación y esmero por parte de todos sus hermanos: el cuidado de las sagradas imágenes, de sus pasos y vestimentas, la organización de los cultos y tradiciones seculares, la preparación de las salidas procesionales y de los sonidos que la acompañan y la anuncian. Sin embargo nada de ello, aún siendo importante, no es lo decisivo ya que «sólo una cosa es necesaria» (Lc 10, 42).
 
Jesucristo, es el elemento que nos une, es el principio y la única finalidad de una Cofradía. Jesucristo es la opción fundamental de nuestra vida, pues «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva». (“Deus Caritas Est”, nº 1).
 
Todo lo demás es accesorio para nuestra vida de fe, aunque ciertamente sea necesario para la vida de la Cofradía. Sin su estética y su manera de vivir la fe seguiría siendo una Asociación de Fieles pero no una Cofradía. Pero, precisamente, es la fe en el Misterio de Cristo, en su Muerte y Resurrección, la que da sentido a esa estética y ese estilo de vivir. Sin la fe, la Cofradía no sería ya una Asociación de Fieles sino, más bien, una asociación histórico-cultural.
 
María, modelo de cofrade.
La Virgen María es la primera y la más fiel discípula de Cristo, por cuanto se adhirió total y responsablemente a la voluntad de Dios, porque acogió la Palabra y la puso en práctica, porque su acción estuvo animada por la caridad y por el espíritu de servicio, porque recorrió su propio camino de fe y acompañó a su Hijo en su sacrificio redentor.
 
Así pues, la Iglesia, y por lo tanto, la Cofradía, contempla y honra a María. No sólo se fija en el don maravilloso de su plenitud de gracia, sino que también se esfuerza por imitar la perfección que en Ella es fruto de la plena adhesión al mandato de Cristo: «Sed, pues, perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial» (Mt 5, 48).
 
Ella es el ejemplo del amor de madre, que debe animar a todos los que colaboran en la misión apostólica de la Iglesia para engendrar a los hombres a una vida nueva (LG, 65). Es la toda santa, el paradigma de la santidad auténtica, pues representa para la comunidad de los creyentes el ejemplo en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo, pues por su inmediación rinde culto al Padre Eterno (MC 16). Pero, sobre todo, es la muestra de aquel culto que consiste en hacer de la propia vida una ofrenda a Dios y de este, un compromiso de vida.
 
El sí de María es para todos los cofrades «una lección y un ejemplo para convertir la obediencia a la voluntad del Padre en camino y medio de santificación propia». (MC, 22)
 
El compromiso del cofrade.
Todos los miembros de la Cofradía estamos llamados a ser apóstoles y evangelizadores (Mt 28, 19), en nuestro hogar, en nuestra profesión y en todas las circunstancias y ambientes que entretejen nuestra vida. Anunciar a Cristo con obras y palabras, con nuestro testimonio y con nuestros criterios verdaderamente evangélicos, anunciando a Jesucristo también con la palabra, sin miedos ni vergüenzas, con valentía.

Recientemente, el Papa Francisco recordaba que «a lo largo de los siglos, las cofradías y hermandades han sido fragua de santidad de muchos que han vivido con sencillez una relación intensa con el Señor» instándonos a «caminar con decisión hacia la santidad; no debiendo conformarnos con una vida cristiana mediocre, sino que nuestra pertenencia sea un estímulo para amar más a Jesucristo». [5]
 
Por eso, un cofrade debe tratar de ser lo más parecido a esta definición: «un cofrade es un cristiano inserto en su parroquia, que participa en las celebraciones eucarísticas, se alimenta con los sacramentos y colabora en las actividades e iniciativas de su Diócesis, de su comunidad parroquial y de su propia Cofradía; un cofrade es un cristiano que en su vida no oculta su condición de cristiano, sino que la muestra con alegría y convicción; un cofrade es un cristiano que vive el amor cristiano y la fraternidad y es sensible a los problemas y necesidades de sus hermanos». [5]
 
Como cofrades, debemos sentirnos orgullosos por nuestra misión y, a la vez, estar continuamente preocupados por recibir la preparación necesaria para llevarla a cabo ya que el seguimiento de Cristo no es cuestión de horas o días que se seleccionan a gusto o limitarse a unas prácticas exigidas por unos Estatutos. Se tiene que notar en la vida diaria, en el ambiente familiar, cuando llegan los problemas, cuando nos encontramos con alguien que nos necesita, cuando nos toca sufrir. En definitiva, ¡ser un verdadero cristiano de corazón y no conformarse con serlo sólo de devociones!.
 
Notas de Referencia:
 
[1] Gracia Lagarda, Luis Antonio: “Cartas a un cofrade sobre su identidad”. Delegación Diocesana de Catequesis, Zaragoza 1999, pág. 35.

[2] Amigo Vallejo, Carlos: “Religiosidad Popular”. Promoción Popular Cristiana, 2008, pág. 151.
 
[3] Benedicto XVI a la Confederación de cofradías de las diócesis de Italia el 27/11/2007.
 
[4] Homilía del Santo Padre Francisco en la Santa Misa con ocasión de la Jornada de las Cofradías y de la Piedad Popular. 5 de mayo de 2013.
 
[5] Asenjo Peregrina, Monseñor Juan José: “Hermandades y Cofradías: Identidad y Misión”. I Congreso Diocesano de Hermandades y Cofradía de la Archidiócesis de Toledo, 2006.
 

Licencia Creative Commons El texto "Señas de Identidad y Misión", creado por David Beneded Blázquez para www.jesusdelahumillacion.org, se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 3.0 España. Zaragoza, 2011-2017.

Fotografía principal: detalle del “Santo Crucifijo” de la Cofradía (fotografía de Jorge Sánchez). Fotografías secundarias: un hermano de la Cofradía “abrazando” la Cruz In Memoriam durante una de nuestras procesiones (fotografía de Jorge Sánchez); grupo de hermanos de la Cofradía posando ante nuestros Sagrados Titulares (fotografía publicada en Heraldo de Aragón); miembros de la Sección Infantil en el transcurso de una de nuestras procesiones (fotografía de Manuel Pelet).